Muchos hijos y cargada de energía y carácter. Antiguamente había muchas mujeres como Brígida, hoy santa y copatrona de Europa. Pero pocas han marcado Europa como ella. Esta santa escandinava, Brígida de Suecia (1303-1373), fue una consejera activa, una dama de corte de las que se hacían escuchar. Hoy hablaríamos de una consejera. Si tuviera Linkedin, Brígida sería una executive advisor. Locuaz desde pequeña, no se mordía la lengua. Era una mística práctica, dicen los teólogos. Quizás en la Europa del norte la evocan, pero por aquí no se oye hablar de ella. Tampoco hay muchas niñas con el nombre de Brígida. Cuando murió su marido, fundó una orden religiosa, las brígidas o brigidine, como son conocidas en Italia. En Roma poseen en Piazza Farnese una de las residencias de religiosas más interesantes, que de hecho es el edificio donde murió. Fue una de las mujeres que más se opuso a la estancia de los papas en Aviñón, ya que para ella el Papa de Roma tenía que estar, naturalmente, en Roma. Sus viajes son conocidos, tal como su vida inspirada: recibía mensajes espirituales que reclamaban una reforma de la Iglesia, que juzgaba decadente. Llegó a recorrer el Camino de Santiago sin olvidar Tierra Santa ni Asís. No es la única mujer interesante de su momento. También santa Catalina de Cortona, Clara de Montefalco, Orsolina Venerii de Parma y la misma Catalina de Siena fueron mujeres imprescindibles que mostraron a los hombres de Estado y de Iglesia que no iban bien.

Brígida nació en el castillo Finsta de Uppsala y ya apuntaba maneras desde pequeña, aunque no la destinaron a la vida religiosa, sino que fue una decisión suya a partir de los 50 años. Aristócrata, madre de ocho hijos, junto a su marido —el noble Ulf Gudmarsson— estudiaba la Biblia y ya demostraba un interés más que natural por la cuestión religiosa. Ya viuda, fue la fundadora de la orden del Santísimo Salvador, y el papa Bonifacio IX la declaró santa en 1391. La abadía de Valdstena en Suecia recuerda sus huellas y está considerada la casa madre.

Decía que Brígida mantenía a menudo conversaciones con Jesucristo, quien la visitaba y le daba consejos. Los libros de plegarias que escribió han influido a generaciones de cristianos suecos y de todo el mundo, que han visto en esta mujer una interesante manifestación espiritual de reforma. Sus revelaciones se entendían como avisos, advertencias para combatir desórdenes y excesos.

Brígida, que ya cuando tenía tres años hablaba por los codos. Una de sus visiones fue el nacimiento de Jesucristo, y las descripciones de lo que veía (hombres y mujeres presentes) han marcado toda la iconografía de la época.

Brígida fue muy crítica con su mundo y amonestaba sin problemas a los reyes y al Papa. Una hija suya fue santa (Caterina). Brígida era una mujer bíblica que, según su biógrafa Paola Giovetti, "integra el centro y la periferia".

Ahora que la Iglesia católica está en pleno proceso de reforma, cuando hay que abrir ventanas, puertas y postigos para que corra mucho aire, algunas palabras de Brígida adquieren mucho sentido: "La curia romana no quiere ovejas sin lana: escucha a quien da, y a quien no da, le cierra la puerta en las narices". Brígida es autora de frases como "el mundo tendría paz solo si los políticos siguieran el Evangelio" o "la fuente de la justicia no es la venganza, sino la caridad". No es exactamente lo que vemos hoy, cuando la justicia y la venganza forman un binomio peligroso que no se extirpa, sino que se ramifica peligrosamente.