El Major Junqueras ha fichado a la excupaire Mireia Boya para que alguien como yo haga este artículo y la esfera tuitera de la tribu se llene de troles de Junts per Catalunya acusando a la antigua heroína cupaire de haber cedido al cojín de la paguita gubernamental (como si, por otra parte, los servidores públicos convergentes que van de Sor Marta Ferrusola a Laura Borràs hubieran trabajado gratis por el país de toda la vida). Al capataz de Esquerra ya le va bien que el magma digital de la tribu se llene de textos intensitos enfatizando el pasado revolucionario-comunista de Boya y su consecuente pretensión de desbordar el marco autonómico, divisa que contrasta luminosamente con el hecho de ser parte de un Govern sicario del PSOE en Catalunya, con una manifestada tradición de fichar lideresas por su pechamen, y sobre todo con los 90.000 pepinos que se llevará anualmente como flamante directora general de Acció Climàtica.

A Oriol todo eso se la suda muchísimo, no solo porque la rectitud moral ya hace tiempo que es una práctica absolutamente inaudita en la política catalana, sino porque la única ocupación actual de nuestro Major consiste en obedecer punto por punto el encargo que Pedro Sánchez le exigió a cambio de los indultos. Junqueras quiere hacer honor a la idea colonizadora —y de antigua exclusividad convergente— según la cual todo libertario catalán acaba cediendo sus pretensiones de emancipación por una suma razonable de dinero. Oriol es malvado pero no burro, y regalando una nómina a Boya le está diciendo a los miembros de mi generación (también la del president Aragonès) que acabaremos fatalmente comprados. El Major sabe qué objetivo pervierte: nacimos en 1979, hijos de acomodados de la democracia y la antigua clase media, y hemos estudiado lo suficiente por el extranjero para saber que Catalunya es un país ocupado.

Cuando Oriol ficha a Mireia, y la desactiva políticamente a base de convertirla en una funcionaria de la Generalitat, me está hablando directamente a mí, talmente como lo hace mi progenitor (o el hermano convergente de Boya) cuando me recomienda que pare de escribir artículos sobre la libertad de Catalunya y toda cuanta polla en vinagre y haga el favor de llamar a mis amigos pijos de Barcelona para que me den un trabajo mucho más seguro y menos precario que el de gacetillero. Todo esto ocurre cuando el máximo contestatarismo que se puede ver en Catalunya es mi querido compañero de pupitre Joel Díaz diciéndole "hijo de puta" a Gabriel Rufián en TV3, en un ejemplo de colegueo quinqui que solo beneficia al sistema y no escandaliza ni a las tietes más propensas al deporte nacional de la ofensa. Desactivando nuestra leva, Junqueras se asegurará también la rendición de los jóvenes a quienes hacemos de modelo.

A mí esto de Mireia me ha servido mucho para ver cómo el cáncer del neoautonomismo español cada vez se acerca más a mi isla desierta y, a pesar de la presión y mi pésimo estado anímico, no solo floto entre los excrementos, sino que sigo escribiendo los artículos que Junqueras nunca podrá controlar ni anticipar. Aunque avance en su espíritu depredador, el procesismo cada vez muestra más debilidades, y eso no solo se certifica con los fichajes de Boya, Ubasart o el pobre Campuzano, sino sobre todo con el hecho de que para defender su nuevo pujolismo Esquerra necesite a Joaquim Nadal para renegar del referéndum del 1-O de una forma que ni los mismos líderes republicanos tienen las pelotas de admitir. Es normal que tanta mierda os desanime, pero recordad que, a pesar de vivir debilitados, todavía podemos ser mucho más fuertes que toda esta gente. Esto que os explico, por cierto, Mireia lo debe saber de sobra; muy pronto también comprobará que la pasta y la agenda gubernamental no compensan el nivel de sufrimiento que tendrá que asumir. Ten suerte, Mireia; y, por cierto, ve con cuidado con los tipos de esta secta, que son todavía peores que los de la secta anterior. Cuídate, directora general.