El referéndum del Brexit ha sacudido a una clase política europea que ya tiene grandes problemas en su propia casa. La Unión Europea y la zona euro atraviesan una etapa difícil, con un crecimiento mediocre, deuda, emigración masiva, refugiados, inestabilidad en la frontera con Rusia y actos de terrorismo episódicos que acrecientan el malestar social. Y en esta situación, la UE no ha ofrecido últimamente argumentos para apoyar el proyecto europeo. De ese modo, el avance de los partidos políticos nacionalistas son visibles en Francia, Holanda y Alemania, pero incluso en los partidos tradicionales se observa cómo sube la marea. Una reforma se impone.

Jean Pisani-Ferry, conocido experto de la Hertie School, resume el momento actual señalando que "el problema fundamental está en si ser parte de la UE sigue ofreciendo beneficios suficientes para compensar la pérdida de soberanía que conlleva".

Un ejemplo claro de esta contradicción se ha materializado en el caso de la obligación de cumplir los objetivos de deuda y déficit fijados en el Tratado de Maastricht. Ahora mismo, Renzi está en la cuerda floja después de las últimas elecciones  municipales, donde los populistas han logrado un claro avance.

En la mayoría de los países de la UE hay un corrimiento de una parte importante de la opinión pública que apoya cada vez los planteamientos nacionalistas. En España, por ejemplo, donde el plan de austeridad ha obligado a cambiar con éxito el modelo económico, hay un 49% en contra de Bruselas. La persistencia de un alto nivel de desempleo influye.

El problema de Europa no es sólo que no sea una zona monetaria óptima, lo que hace difícil el uso de una misma moneda -el caso de Grecia es paradigmático- sino que las culturas económicas chocan entre sí. El modelo de economía social de mercado alemán, basado en la economía real, el uso moderado del crédito y el cumplimiento de los acuerdos, choca con los hábitos de sus vecinos, como es el caso de Francia, más próximos a la cultura del dólar, propensa a maniobrar con la divisa y el déficit público.

Se acusa a Bruselas de plantear trabas burocráticas que frenan el dinamismo de la zona europea al imponer aranceles y reglas cuya aplicación muchas veces disgusta a los empresarios nacionales.

La globalización se está fragmentando en zonas a través de acuerdos bilaterales o zonales

La cuestión está en que para vender camisetas no hay grandes problemas al hacerlo en un mercado u otro. Pero, como dice Pisany-Ferry, en los servicios las cosas cambian mucho. Para comerciar con servicios sofisticados y complejos, como los financieros o sanitarios, las empresas interesadas deben tener detrás instituciones y una legislación aceptable en el resto del mundo. La globalización, además, se está fragmentando en zonas a través de acuerdos bilaterales o zonales. La renovada oferta que ha hecho Obama en su visita a Europa para alcanzar un acuerdo de libre comercio e inversión a ambos lados del Atlántico es un ejemplo de esto.

Otra cosa es que Europa necesite una cierta refundación en la que la visión de una federación no parece la mejor respuesta, según altos responsables de la UE. En Francia, parece imponerse la idea de una Europa a dos velocidades, formada por dos grupos, uno más integracionista y otro menos. En Berlín, esta idea no gusta a Merkel, porque ve en su implementación un nuevo foco de tensiones en la zona. Para Wolfang Schauble, el ministro de Finanzas alemán, lo mejor quizá sería que Europa se concentrase en aquellas tareas donde la unión maximizase los resultados, y dejar el resto a cada país miembro.

No será fácil encontrar una solución. Ortega y Gasset en su libro "Meditación de Europa" de 1949, siguiendo una conferencia que el filósofo alemán Edmund Husserl dio en Viena en 1935, dice que "la civilización europea duda a fondo de sí misma". Ocurría entonces y ocurre ahora. Para salvar el miedo al vacío, Ortega sugería a Europa aplicar una máxima fuerte de Goethe: "Los tuyos pueden descansar ociosos, pero quien me siga tendrá algo que hacer". Quizá sea éste de nuevo el caso. 

Aunque, seguramente, no va a ser fácil ni la solución inmediata. La unión bancaria está a medio hacer porque donde los países deudores piden solidaridad, los alemanes responden que cada uno debe responder de sus actos, De ese modo, el esquema de un seguro común de los depósitos está estancado. Sobre las fronteras, el inestable acuerdo con Turquía muestra la dificultad de alcanzar una solución satisfactoria. Puede ponerse en marcha el Plan Juncker de reactivación económica, dotado con 315.000 millones de euros, hasta 2018 o incluso multiplicarlo. Comienza un ciclo largo de elecciones. Una integración europea más efectiva no se logra con una barita mágica. El realismo, no el idealismo, es la gran prueba que debe superar Europa. Será difícil, pero no imposible.