Se llamaba Lilia, era argelina y solo tenía ocho meses de vida. Demasiada poca vida. Murió ahogada en las aguas del Mediterráneo, a diez millas de Dénia, en el País Valencià, cerca de su destino, Eivissa.

Su madre y su padre decidieron embarcarse, con ella en brazos, en una patera. Salieron de Argelia el 21 de marzo en busca de un futuro mejor en Europa. Una mejor vida. Como tantos millones de personas a lo largo de la historia.

Pero la precaria neumática en la que viajaban ellos tres y otras 13 personas naufragó, seguramente el 23 de marzo. Todas murieron. Los dos primeros cadáveres se encontraron enredados en redes de pesca. El cuerpo de Lilia apareció en la playa de Roda de Berà hace unos días. Como el pequeño Aylan Kurdi, cuyo cadáver en una playa de Turquía estremeció al mundo en 2015.

Es verano, queremos vivir la ficción de lo mediterráneamente, pero no veréis ningún anuncio de cerveza que hable de Lilia

Pero ahora, ocho años después, Lilia se ha encontrado con la inmunización y el desinterés de la opinión pública.

La Guardia Civil ya ha logrado identificar quién era la niña hallada del 11 de julio. El cadáver de la madre apareció en Eivissa y el cuerpo del padre lo hallaron en la costa de Alacant. La identificación se ha podido realizar tras los análisis de las muestras enviadas por la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Comandancia de Tarragona, encargada de la investigación. Una vez obtenido el perfil genético del cuerpo, la unidad de criminalística lo confrontó con las bases de datos y hubo una coincidencia, por relación familiar, con la mujer identificada en Alacant. Originaria de Tipaza, la madre ya está enterrada en su pueblo. La familia espera la repatriación del cuerpo de Lilia. Y el del padre. Para que descansen en paz. Todavía hay siete personas desaparecidas de ese naufragio.

Es verano, queremos vivir la ficción de lo mediterráneamente. Pero no veréis ningún anuncio de cerveza que hable de Lilia. Ni de los 11 niños que mueren cada semana cruzando ese mar. Muchos viajan solos, separados de sus padres durante la ruta. Son el doble que hace un año. Un avión lleno de pasajeros desde que empezó 2023. Sus vidas no valen nada. No nos importan nada, instalados en nuestra fortaleza, sacando fotos de las puestas de sol para Instagram.