Talleyrand, sacerdote, político, diplomático y estadista francés, vivió entre los siglos XVIII y XIX y sirvió bajo diversos regímenes: monarquía, revolución, Napoleón y Restauración. Él dijo: “Los Estados no tienen amigos, solo intereses permanentes”. Henry John Temple, conocido también como Lord Palmerston, fue un político británico que durante el siglo XIX ocupó cargos en el gobierno de manera ininterrumpida desde 1807, con 23 años, hasta el día de su muerte, en 1865. Fue primer ministro dos veces y destacaba por un gran pragmatismo. En 1848 pronunció esta frase: “No tenemos aliados eternos ni enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestro deber es seguir esos intereses”. Seguro que podemos encontrar ejemplos de dirigentes de muchos países distintos que, de un modo u otro, han recomendado encarar la política exterior en esta misma línea que proponían ya hace tiempo estos políticos de Francia e Inglaterra. En Catalunya, aunque hemos tenido políticos pragmáticos, el pragmatismo no es nuestro fuerte. Dejémoslo aquí. Es así. La idea de hoy no es analizar por qué somos así, sino reforzar que el sentido de Estado requiere a menudo ciertas dosis de pragmatismo. Y como el pragmatismo no es nuestro fuerte, el sentido de Estado tampoco. Si tuviéramos sentido de Estado o, mejor dicho, si tuviéramos más sentido de Estado, algunas de las cosas que están pasando estos días las enfocaríamos de otra forma.
El sentido de Estado requiere a menudo ciertas dosis de pragmatismo, y el pragmatismo no es nuestro fuerte
Si tuviéramos más sentido de Estado, habríamos reaccionado al cinismo de Pedro Sánchez con más prudencia. ¿O acaso se nos escapa que la intensidad de su ofensiva contra Israel es directamente proporcional a su necesidad de cambiar de agenda? Si tuviéramos más sentido de Estado, habríamos reaccionado al apoyo del Gobierno a los incidentes de la Vuelta reivindicando el activismo como una manera legal y aceptable de actuar. Un precedente que avala protestas por la lengua, la RENFE, etc. Si tuviéramos más sentido de Estado, habríamos reaccionado al anuncio de España y otros países de abandonar Eurovisión intentando conseguir allí una plaza para nosotros. Catalunya Música es participante autorizado de la Unión Europea de Radiodifusión. Si tuviéramos más sentido de Estado, habríamos reaccionado al tirar por la calle del medio de Pedro Sánchez buscando alineamiento con las tesis mayoritarias dentro de la UE y habríamos mostrado rechazo a la felicitación de Hamás al presidente español, desmarcándonos de ella. Si tuviéramos más sentido de Estado, habríamos aprovechado la incomodidad de muchos países ante la ofensiva del Gobierno Sánchez para promocionar la red internacional que tiene nuestra sociedad civil dedicada a la defensa de la paz y los derechos humanos. Si tuviéramos más sentido de Estado, podríamos defender todas las causas justas que hicieran falta sin tener que abrazarnos sin ningún matiz a la bandera que ha levantado el gobierno de España. Y nos quejaríamos cuando las consecuencias nos perjudicaran.
Que ahora tengamos menos sentido de Estado es porque quienes nos gobiernan creen que el Estado que corresponde a Catalunya es el español. Es un Govern comprometido con este pensamiento y lo aplica todos los días en todo lo que hace o deja de hacer, aunque no lo parezca. Esto nos obliga a mirar al independentismo. Si el independentismo tuviera más sentido de Estado, ya se estaría preparando para un más que posible adelanto electoral en España. Sánchez lo hará si cree que esta ofensiva le ha dado resultados. Y, sobre todo, si el independentismo tuviera más sentido de Estado, ya tendría la estrategia que garantizara el próximo gobierno de la ciudad de Barcelona. Más necesario que nunca. Y que no se repitiera jamás lo que sufrió primero Maragall y después Trias. Todo esto, si tuviéramos más sentido de Estado, que implica pragmatismo y generosidad. Pero ya he dicho que no es nuestro fuerte.