El procés ha sido una concatenación de escogidos. Primero Artur Mas, con el eslogan "la voluntad de un pueblo". Después, Carles Puigdemont, con el aura que le confiere sacar de quicio al Estado y estar rodeado de una constelación de estrellas del procés inflada a base de selfies en las redes sociales, jugadas maestras judiciales y charlas en centros cívicos. Lo sigue Oriol Junqueras, con sus cartas evangélicas en la prensa, que culminaron en la TED Talk que ofreció en enero de este año en el Sant Jordi Club, holograma incluido. Consolidado el malestar entre los partidos, Jordi Cuixart se ha convertido en la figura candidata a aglutinar devotamente independentistas de todas las sensibilidades. Los cupaires pueden tener la tentación de entronizar a David Fernàndez, visto como la persona idónea para que los anticapitalistas vuelvan a ser atractivos para el electorado.

Los mesías catalanes acostumbran a ser hombres, aunque el procés ha dado muestras de liderazgo y clarividencia femeninos, como los de Anna Gabriel y Clara Ponsatí. Incluso de Marta Rovira, cuando está segura de sí misma y no monta escenas como las del cara a cara con Inés Arrimadas en Salvados. En algunos momentos, Muriel Casals y Carme Forcadell transmitieron la mentalidad de "vamos al grano sin florituras" que, a causa de la coyuntura histórica y de la falta de respeto que la masculinidad española ha tenido por la catalana (Jaume Vicens Vives dixit), ha recaído en las mujeres.

La falta de espíritu crítico fruto del mesianismo, combinada con el amiguismo endémico del sistema de partidos y medios, divide el independentismo político y mediático en sectas y hace la base ciudadana vulnerable al discurso de cualquier populista autoritario

Cada vez más, ser independentista sin pertenecer a ningún partido y criticar el movimiento es más difícil. El análisis es visto como una forma de poner palos en las ruedas, reforzar al enemigo y despreciar a los fieles. La posibilidad de hacer cualquier acción no se mide en los recursos materiales y discursivos disponibles, sino que en si tienes suficiente fe. Si no sabemos qué hace la Crida o el Consell de la República con los donativos que recibe, no es porque no nos lo hayan explicado, sino porque no le hemos dado bastante apoyo. A diferencia de los implementistas, adeptos a la palabra profética de Puigdemont y que creen que el 1 de octubre es un mandato suficiente para hacer una República, yo soy realista: ya veréis como la base se ampliará si hacemos un gobierno efectivo, facilitamos gobiernos españoles de izquierda, tejemos luchas fraternales con España y damos apoyo a los presos de las listas, porque el Estado tiene miedo de su dignidad.

La falta de espíritu crítico fruto del mesianismo, combinada con el amiguismo endémico del sistema de partidos y medios, divide al independentismo político y mediático en sectas y hace la base ciudadana vulnerable al discurso de cualquier populista autoritario. Hace unos días, el politólogo Jordi Muñoz –algún día tenemos que hablar de la connivencia entre académicos y partidos– escribía en el Ara sobre la necesidad de construir un independentismo post procés. Sería una oportunidad para enterrar a los escogidos y hacer florecer a los estadistas. La autoridad de un líder emana del reconocimiento popular, y eso hace que sus acciones se puedan criticar y mejorar, pues no deja de ser uno di noi. La legitimidad del mesías, al fluir de la autoridad divina, complica fiscalizar, al establecer una relación vertical entre el profeta, que encarama la pirámide social y dicta la vía, y el pueblo raso, que llena la base y se limita a seguirlo. La transformación no quiere decir prescindir de figuras que se ha demostrado que suman, como Jordi Cuixart, sino evaluar sus actos. ¿Cómo podemos saber si la estrategia de "Somos el 80%", o la de las luchas compartidas, funciona? ¿Basta con una victoria electoral, obtenida bajo la amenaza de que la alternativa son los represores, para considerar que la ciudadanía avala la estrategia de los partidos?

Si el independentismo quiere ser un movimiento que hace de la democracia una bandera, tendría que afrontar esta tarea lo antes posible. Mientras no sea así, le seguirán faltando líderes y le sobrarán mesías.