Catalunya se encamina hacia unas nuevas elecciones. Ante esta perspectiva, hay quien ha empezado a imaginar el escenario en que tendrá lugar la confrontación. Lo hacen, claro, todas las salas de máquinas de los partidos, pero también asesores, analistas, expertos y periodistas. La primera cuestión, y absolutamente clave es la siguiente: ¿serán unas elecciones dominadas por la cuestión nacional o el centro de gravedad se desplazará a las políticas económicas y sociales? O lo que vendría a ser lo mismo: ¿seguirá imponiéndose el eje catalanismo-españolismo o esta vez prevalecerá en la precampaña y la campaña el eje ideológico izquierda-derecha?

Si uno se aproxima a este asunto a partir del contexto evidente —la Covid-19, la tremenda crisis económica— parece evidente que la agenda se tendría que focalizar en el eje izquierda-derecha. Igualmente, si vamos a buscar las encuestas, nos daremos cuenta de que la inquietud ante la situación económica, el trabajo, el paro, las políticas sociales, etcétera se ha disparado. El barómetro que elabora el Centre d'Estudis d'Opinió de la Generalitat es claro en este sentido: la gente está muy preocupada por el futuro económico y social, tanto a nivel personal como colectivo. De hecho, lo que resultaría increíble, realmente extraordinario y exótico, sería que no fuera así, pasando lo que desgraciadamente está pasando y sabiendo lo que nos espera.

Digamos, pues, que el pensamiento convencional lleva a concluir que serán las políticas económicas y sociales las que más condicionarán el debate, y en gran medida decidirán su desenlace, dado que la Covid-19 y la situación de crisis se prolongará hacia más allá de la fecha de votación. Las formaciones especializadas en poner énfasis en estas políticas, situadas en el hemisferio izquierdo, saldrían en teoría de la pole position de la carrera electoral.

Sin embargo, como suele pasar casi siempre, las cosas no son tan sencillas. Más todavía: desde mi punto de vista, no es nada fácil que se produzca el retorno del eje izquierda-derecha y se imponga al debate nacional y sobre la soberanía de Catalunya.

El asunto nacional continúa presente con toda su fuerza, aunque haya cuestiones que en estos momentos aparezcan como más urgentes o importantes

La cuestión, la herida, no se ha cerrado, al contrario. El asunto nacional continúa presente con toda su fuerza, aunque haya cuestiones que en estos momentos aparezcan como más urgentes o importantes. Que una cosa no se manifieste explícitamente no significa que se haya disuelto o haya desaparecido. Ni siquiera que se haya debilitado.

Si nos fijamos en los actores más relevantes o bien situados, JxCat, ERC y PSC, nos daremos cuenta de que los tres se sitúan en el ámbito de una socialdemocracia más o menos puesta al día. JxCat, emparentado, aunque cada vez más lejanamente, con el pujolismo, se define de centro-izquierda. Jordi Sànchez, secretario general, proviene del entorno de la antigua Iniciativa, mientras que Puigdemont, a pesar de sus muchos años de militancia convergente, ha sido siempre por encima de todo un independentista, con un perfil ideológico equiparable al de bastantes dirigentes de ERC.

Cuesta imaginar que la gran controversia entre los tres grandes actores citados sea si hay que reforzar o no el sistema sanitario, si hay que exigir a Madrid más inversiones o no, o bien si el ingreso mínimo vital se tiene que gestionar desde Catalunya o no, por poner tres ejemplos. Tampoco que entren en una guerra de reproches sobre la gestión de la pandemia, en la que los tres han tenido que coger responsabilidades.

Si bien las diferencias en el eje izquierda-derecha entre ellos son difíciles de precisar, las diferencias en el eje nacional son radicales, nítidas. Huelga decir entre el PSC y los independentistas de ERC y JxCat. También entre estos dos últimos. De hecho, en los últimos tiempos hemos asistido, entre tantas otras cosas, al combate sordo y cruel entre ERC y el puigdemontismo. Un combate que, como todas las riñas de familia, se ha ido enmarañando y enturbiando penosamente.

Republicanos y JxCat encarnan hoy dos maneras diferentes de evaluar lo que ha pasado en los últimos años y defienden igualmente dos estrategias contrarias, dos caminos divergentes para Catalunya. Una discusión, esta sobre la estrategia, que no se resolverá mediante un acuerdo. Se irá decantando poco a poco y con un gran desgaste emocional y gasto de energías en el seno del independentismo. La lucha sobre la estrategia y la hegemonía continuará viva a corto plazo. Si, además de la inhabilitación del president Torra, añadimos a la ecuación la reforma exprés del Código Penal con respecto al delito de sedición y la posible salida de los presos, todo hace pensar que la cuestión nacional dominará la discusión.