Nacen estas líneas a raíz del desbarajuste, para decirlo diplomáticamente, que se ha producido en torno a las enmiendas a la totalidad de los presupuestos del Govern y, específicamente, del papel que ha jugado la CUP y las dos fuerzas gubernamentales.

La CUP es capaz de llevar su ideologismo hasta el extremo, y le dan absolutamente igual las consecuencias que eso pueda tener para el independentismo y la sociedad en general. La CUP no cumple con los acuerdos pactados, porque, según ellos, los compromisos "mutan". La CUP es un partido capaz, por ejemplo, de cerrar un pacto exprés para hacer president a Aragonès y unos meses después boicotear la negociación de los presupuestos, una negociación que ya empezó con ganas de decir que no. Su capacidad y determinación para hacer chantaje al resto del independentismo ha sido uno de los grandes problemas de los últimos años.

Del otro gran obstáculo se ha hablado de sobras. Este es la animadversión y la rivalidad desmedida entre ERC y lo que hoy es Junts per Catalunya.

Todo conduce a la siguiente cuestión: ¿el imperativo de la unidad independentista sigue siendo hoy algo positivo, que ayuda el independentismo, útil, o se ha convertido en un lastre, en un elemento que puede llegar a ser perjudicial? Dado que un referéndum de autodeterminación no tendrá lugar a corto ni seguramente a medio plazo, ¿tiene sentido mantener la obligación unitaria (y los mantras que lo acompañan)? ¿Hasta cuándo se tiene que llevar este corsé? ¿O es un corsé para siempre jamás?

Encuentro que, como mínimo, vale la pena reflexionar sobre esto. Darle vueltas.

Quizás las cosas irían mejor sin autoimponerse la unidad, que los partidos independentistas pudieran asociarse con fuerzas no independentistas, tanto parlamentariamente como para gobernar

En primer lugar, es necesario que tanto ERC como JxCat se quiten de una vez la venda de los ojos. Y vean lo que es evidente: con la CUP no se puede contar. Seguir haciéndolo sería de estúpidos y de suicidas. Si la CUP quiere formar parte de la mayoría independentista, bienvenida sea. Si no, serenidad y a buscar otra opción.

Por lo tanto, soy de los que suscribe el lema de "presupuestos o presupuestos". No haberlos aprobado habría tenido unas consecuencias nefastas para el conjunto de los catalanes y, sobra decirlo, para la imagen y prestigio del Govern. Esto no significa, como algunos dicen y escriben apocalípticamente, que la mayoría del 52% de ciudadanos que votó opciones independentistas se haya esfumado. Lo que pasa es, sencillamente, que el independentismo gobernante necesita más margen de maniobra, porque del partido pequeño del supuesto bloque a la hora de la verdad no te puedes fiar.

Hay que hacer, pues, un análisis esmerado y sin apriorismos sobre si la unidad a cualquier precio mantiene su sentido con la CUP haciendo lo que hace y los dos grandes partidos manteniendo el tipo de relación enfermiza que mantienen.

Quizás las cosas irían mejor sin autoimponerse la unidad. Que los partidos independentistas pudieran asociarse con fuerzas no independentistas, tanto parlamentariamente como para gobernar. Quizás eso disolvería, al menos en parte, los recelos de muchos ciudadanos hacia el independentismo. Quizás eso haría crecer el número de apoyos a un referéndum de autodeterminación y la independencia de Catalunya.

Claro que liberarse de la unidad forzada y forzosa tendría que ir acompañado de lealtad entre los dos socios, que es lo que más se ha echado de menos hasta ahora. Y, desgraciadamente, lo que sigue siendo más difícil de conseguir. Hacen falta líderes con mirada larga y sentido de país. Quiero decir que las formaciones independentistas, aunque pudieran recibir el apoyo de aliados no independentistas, aunque no gobernaran juntas, no tendrían que perder nunca de vista que su objetivo final es el mismo. Eso implica una cosa muy importante: competir limpio, y renunciando a querer acabar con el otro, trabajando, cada uno por su cuenta, para hacer crecer el independentismo. Cada opción con su estrategia y cultivando su electorado, pero teniendo siempre presente, sin olvidar nunca, cuál es el horizonte compartido.