No puedo evitar la tentación de intentar descifrar la elección de Meritxell Batet y Manuel Cruz al frente de, respectivamente, el Congreso y el Senado. El movimiento de Pedro Sánchez se produce como réplica al bloqueo independentista contra Miquel Iceta, el primer candidato a presidir la Cámara Alta. ¿Qué busca Sánchez con esta ‘operación dos por uno’? ¿Con esta pelota a la espalda de la defensa de ERC y Junts per Catalunya?

En primer lugar, presentar ante España y Catalunya al independentismo como contrario al diálogo. Como culpable de que nada se haya movido. Esto concuerda con una acusación que no se ha cesado de repetir: el independentismo vive mejor en el conflicto o, más aún, el independentismo impide que se resuelva el conflicto porque vive de él. Y con una sentencia del propio Sánchez: no son de fiar.

En segundo lugar, si algo dejaron claro las recientes elecciones de abril es que los ciudadanos españoles, en su conjunto, rechazan la brutalidad contra Catalunya, es decir, su ocupación administrativa para acabar con el independentismo y laminar la catalanidad hasta reducirla a peculiaridad regional. Es lo que anhelaba la ultra España ―PP, Ciudadanos y Vox― instrumentalizando el artículo 155.

En tercer y último lugar: el mensaje de Sánchez lleva aún más intención si nos situamos en Catalunya. Además de lo anteriormente apuntado, los nombres de Batet y Cruz pueden ayudar al PSC en su camino hacia la recuperación de posiciones. En contra del tópico que nos retrata como interesados ​​y descarnadamente comerciantes, los catalanes somos unos animales puramente sentimentales. Nos desarma que nos quieran o lo hagan ver, seguramente por el ambiente de catalanofobia profundo y persistente en España. También, quizás, por nuestra historia de unos siglos atrás, colmada de garrotazos y dolorosas derrotas. Y, en definitiva, por un cierto acomplejamiento.

Hay una parábola de Tarradellas, que solía repetir Jordi Pujol, que cuenta que en Madrid tienen un gran cepillo para lisonjear a los catalanes cuando se acercan por allí, catalanes que suelen volver a casa contentos pero con las manos indefectiblemente vacías.

Sánchez, el traidor, ―berrea la derecha silvestre― premia Catalunya a pesar del "golpe de estado" del otoño de 2017

Es posible, por tanto, que el líder del PSOE pretenda con Batet y Cruz conseguir más votos en Catalunya el próximo día 26. Sánchez, que es sobre todo un especialista en la táctica, en la jugada corta, confía en que ablandará a catalanes dubitativos e, incluso, tal vez algunos soberanistas e independentistas.

Esta visión, esta simplificación, es similar a la de la derecha española, las terminales mediáticas de la cual se han apresurado a denunciar enojadas que Sánchez pone "dos catalanes" en el Congreso y el Senado. El cabreo catalanofóbico ha sido evidente.

Si los elegidos para presidir las dos cámaras hubieran sido castellanos o andaluces, ¿hubieran titulado que Sánchez pone "dos castellanos" en las cámaras? Quizás sí, pero seguramente no. Lo que es indiscutible es que no se hubiera percibido como una provocación casi intolerable. Sánchez, el traidor, ―berrea la derecha silvestre― premia Catalunya a pesar del "golpe de estado" del otoño de 2017.

El independentismo se equivocó cortando las alas a Iceta. Era innecesario porque no le beneficiaba en nada. Y ha permitido a Sánchez doblar la apuesta y amplificar el efecto buscado, con el añadido de poder culpar a ERC y Junts per Catalunya de la falta de diálogo

Ahora bien: ¿Sánchez desea realmente el diálogo? Aún más: ¿quiere arreglar algo en relación a Catalunya? Decía más arriba, y lo he escrito muchas veces, que Sánchez es un especialista de la táctica. La 'operación dos por uno' es un movimiento de campaña, una maniobra más del presidente del gobierno español.

En consecuencia, tanto puede ocurrir que Sánchez acabe avanzando en la dinámica del diálogo y la negociación como que no. Dependerá de las circunstancias, o sea, de si le conviene. De si calcula que gana más que pierde. Que nadie espere, sin embargo, ni en la mejor de las hipótesis, que Sánchez se abra a un referéndum sobre el futuro de Catalunya. En la fase política en que se encuentra España, lo máximo que cabe esperar de Madrid es alguna concesión, alguna rectificación, alguna mejora, algún intento. Algún peix al cove.