Con un aparente gran júbilo, se comunicó esta semana el pacto entre Laura Borràs y Jordi Turull para dirigir la joven e inestable nave bautizada en su momento como Junts per Catalunya. Los que tienen más visión estratégica sobre qué tiene que ser este artefacto político, que sin duda los encontramos en el bando de Turull, han querido evitar unas primarias que enfrentaran a la una con el otro, además que la presidenta del Parlament cuenta con la adhesión de buena parte de las bases. Como se recordará, Borràs, de verbo fácil y encendido, fue la presidenciable de JxCat en las últimas elecciones al Parlament, después de derrotar en unas primarias al conseller Damià Calvet de manera abrumadora, esto es, 2.954 votos a 799.

Otro motivo para el pacto entre Borràs y Turull ha sido evitar un congreso de confrontación, congreso previsto para el mes que viene. El partido es muy tierno y una lucha de estas características podría resultar devastadora, teniendo en cuenta, además, que no solamente Jordi Sànchez ha dicho que deja sus responsabilidades como secretario general, sino que, encima, también se irá el inventor y principal gancho politicoelectoral del partido, Carles Puigdemont, en lo que es, a mi entender, una huida como mínimo desafortunada. Este último había ejercido una autoridad que iba mucho más allá de su cargo como presidente de Junts. Esta autoridad del president Puigdemont actuaba como la cola que se requiere para mantener más o menos unidas todas las piezas del partido.

Ha influido en el pacto Borràs-Turull, por último, y no menos importante, la proximidad de unas elecciones municipales, el próximo año, en las que Junts se juega mucho. Ningún partido puede aspirar a todo si no cuenta con una presencia importante, tanto a nivel de partido como institucional, en el conjunto del país. Estos dirigentes y cargos ―la inmensa mayoría alineados con Turull― están preocupados por lo que pueda pasar. (Recordemos que algunos alcaldes y concejales no han querido pasarse a Junts e irán a los comicios con diferentes fórmulas y bajo paraguas diversos). Para estas elecciones, además, Junts tendrá que encontrar candidato o candidata ni más ni menos que para la alcaldía de Barcelona, después de la salida de la política, por razones personales, de Elsa Artadi. Tendría que ser alguien capaz de mejorar los resultados obtenidos en las últimas municipales en la capital de Catalunya, unos esmirriados cinco concejales.

Cohesionar y dar un sentido a la diversidad interna de JxCat resultó imposible para Puigdemont y Sànchez; parece complicado pensar que Borràs y Turull conseguirán lo que los otros dos no pudieron conseguir

Así, al final, Borràs, que en el regateo con Turull además de amenazar con provocar unas nuevas primarias, llegó a blandir su cargo como presidenta del Parlament, ha conseguido la presidencia y, además, la secretaría de organización, absolutamente clave en términos de poder interno.

El hecho de que Turull haya aceptado ―tragándose las exigencias de Borràs y su troupe― compartir la dirección de Junts con Borràs no ayudará a arreglar el partido. No en vano la presidenta del Parlament ―que, por otra parte, está pendiente de un juicio por corrupción durante su etapa en la Institució de les Lletres Catalanes― mantiene un discurso que sigue pregonando el "tenemos prisa" y haciendo pasar la fantasía por delante de los hechos. Con respecto a su visión de lo que tiene que ser un partido, su populismo la lleva a apelar continuamente a los militantes, es decir, como si quisiera que Junts funcionara como un ineficaz y manipulable galimatías, es decir, al estilo de la CUP.

De momento, Borràs ya se ha pronunciado a favor de someter a la militancia tanto el pacto con ERC en el Govern de la Generalitat ―gobierno del que ella rechazó formar parte― como el pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona.

¿Puede evolucionar positivamente un partido como Junts ―con tantas sensibilidades diferentes en su interior― con una cúpula como la que se ha pactado, que tiene al frente gente tan diferente como Borràs y Turull? Francamente, no lo tengo nada claro. Será necesario mucho esfuerzo por parte de todo el mundo y no unas cuantas toneladas de suerte. Cohesionar y dar un sentido a la diversidad interna de JxCat resultó imposible para Puigdemont y Sànchez. Parece complicado pensar que Borràs y Turull conseguirán lo que los otros dos no pudieron conseguir.

Incluso, digámoslo todo, se hace cuesta arriba pensar que se puedan entender mínimamente entre ellos, que tienen caracteres y personalidades absolutamente contrapuestos... Entre otras cosas, tendrán que consensuar, por ejemplo, un nuevo candidato a la Generalitat, si es que la justicia acaba inhabilitando a Borràs antes de los comicios (Turull está cumpliendo la pena de inhabilitación de doce años a la que lo condenó el Tribunal Supremo).