Pere Aragonès ―y los que lo rodean― tuvieron la idea de celebrar ayer institucionalmente y por primera vez el 14 de abril de 1931, es decir, celebrar la huida de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República española. Fue el 14 de abril el día en que Francesc Macià proclamó la República Catalana como estado integrante de la Federación Ibérica. Como se sabe, al fundador de Estat Català las autoridades españolas lo invitaron a rectificar y la cosa quedó en que Catalunya podría tener un Estatuto de Autonomía. Una independencia con marcha atrás. Mutatis mutandis, como la de 2017. El president Aragonès no tuvo inconveniente en decir, tal como recogió ElNacional.cat: "Abracemos el espíritu del 14-A y sigamos construyendo el futuro en clave republicana", llamando a seguir tirando "del hilo rojo republicano que dio un salto adelante hoy hace 91 años".

No sé exactamente a qué se refiere Aragonès ni a qué se refieren el resto de personas que de un tiempo a esta parte van repitiendo este tipo de fraseología. ¿Qué narices es "el espíritu" del 14-A"? ¿Que las izquierdas españolas (y catalanas) ganen unas elecciones municipales? ¿Que el rey se largue con el rabo entre las piernas ―aunque, pequeña diferencia, de momento Felipe VI no ha apoyado ninguna dictadura, como su bisabuelo Alfonso XIII―? ¿Que nos animen a proponer un Estatut que, como aquel, como todos, también recortarán? Intuyo, no lo sé, que "el espíritu" al que hace alusión nuestro president es el que duró dos años, en concreto, hasta que en 1934 en las elecciones generales españolas ganaron las derechas, con la CEDA al frente. España seguía siendo una república. ¿Este "espíritu del 34" también es, para ERC, el espíritu republicano que la Catalunya del 2022 tiene que alcanzar con fervor? ¿O la república sólo es buena cuando gobiernan las izquierdas, es decir, desde el punto de vista de Aragonès y ERC, "los nuestros"? Hay que decir, y no deja de ser sarcástico, que en el acto institucional de ayer se hicieron todo tipo de alabanzas al consenso y a la unidad. Justamente, si hay un tiempo que no cuadra para nada con todo esto son los años treinta, con una sociedad enfrentada por todo tipo de tensiones, odios y luchas feroces, que culminaron con la trágica Guerra Civil.

Manipulando la historia sin manías, la república, que no es más que una forma de estado, se presenta como el cielo en la tierra, como la destilación de todo lo admirable que puede haber en política

Sea como sea, el acto de ayer no es más que el enésimo intento de apropiación por parte de ERC del concepto de república. Manipulando la historia sin manías, la república, que no es más que una forma de estado, se presenta como el cielo en la tierra, como la destilación de todo lo admirable que puede haber en política. Una república que, en boca de ERC, es siempre, para ser una república de verdad, auténtica, pura, de izquierdas. Pero resulta que una república es igual de república si la preside Lerroux o la preside Azaña o quien sea. O si la preside Kennedy o la preside Reagan, pongamos por caso.

Cojamos un ejemplo concreto de todo esto, que no deja de tener cierta gracia: hace un cierto tiempo que el president y los miembros de su gobierno colocados por ERC, así como el partido, no paran de repetir la fórmula "gobierno republicano" para referirse al gobierno de la Generalitat de Catalunya. Se trata de imponer un framing (un encuadre), una manera específica (e interesada) de ver las cosas y, en consecuencia, determinar su sentido. Con dos intenciones tan claras que hasta una mula que haya leído un poco las entendería.

En primer lugar, para fundirse y confundirse con este imaginario paradisiaco que ellos, junto con otras personas (historiadores, periodistas, escritores, etcétera), han ido construyendo entorno al sustantivo república y sus adjetivos. Si somos republicanos, somos más que buenos, somos muy buenos: cojonudos, los mejores. Y perfectamente de izquierdas, sobra decir.

En segundo lugar, para aprovechar el equívoco, ya que cuando, por ejemplo, se hace referencia al espíritu "republicano" o al "gobierno republicano" (para referirse a la coalición con Junts per Catalunya), se confunde el nombre del partido con la idea ―como decíamos, amorosamente cocinada y connotada― de república. Junts, pese a ser una formación republicana, queda fuera de juego, descolocada. Los buenos, los de izquierdas, los que miran por la gente, los que nos abrirán la puerta del cielo son sólo los de ERC, es decir, una parte del gobierno. De ningún modo los "exconvergentes" (de derechas y corruptos). Se trata de un no muy sutil intento de apropiación y de construcción de la hegemonía simbólica.

Todo esto, y perdonen, me recuerda a cuando, durante los gobiernos de Maragall, primero, y de Montilla, después (PSC, ERC e Iniciativa), se quiso forzar a los medios y a la gente en general a dejar de escribir o pronunciar la palabra tripartit para referirse al gobierno. Así, en los gobiernos tripartitos, desde el propio ejecutivo y sus entornos afines, se les llamaba sistemáticamente "gobierno catalanista y de izquierdas", "gobierno de izquierdas y catalanista", "gobierno de progreso" o, simplemente, "gobierno de izquierdas".

Esta operación de rebautizo y resignificación tuvo un éxito perfectamente descriptible. La gente no le hizo ningún caso. Todo el mundo siguió diciendo "gobierno tripartito" o, solo, "tripartito". A partir de 2006, cuando ERC volvió a propiciar el mismo gobierno a tres, el nombre sufrió una ligera modificación y pasó a ser, como era previsible, "tripartito II" (o 2).