Se suele menospreciar desde las ciencias sociales la importancia de lo que se conoce como el factor humano. Así, los movimientos, pasados, presentes o futuros, se intentan explicar teniendo en cuenta un abanico de grandes fuerzas, de grandes causas, que son las que, en conjunción o en lucha entre ellas, acaban modelando la realidad. Diferentes corrientes de pensamiento otorgan más importancia o menos a algunas de estas grandes causas. El ejemplo más clamoroso, en este sentido, es el marxismo, que quiso predecir el futuro a partir de las condiciones económicas. No en balde, al marxismo, con sus leyes sobre el funcionamiento de la historia, se le llamó "socialismo científico". El problema ―y lo que es absolutamente maravilloso― es que el futuro no se puede prever, y menos de manera científica. A pesar de eso, los humanos lo seguimos probando constantemente, no paramos de insistir, elaborando unas proyecciones que sólo de vez en cuando se aproximan a lo que finalmente acaba pasando.

Uno de los elementos más determinantes y, como apuntábamos más arriba, menos estudiados, son las personas, sus actuaciones y reacciones concretas. A veces ni siquiera se trata de un grupo. Porque hay ocasiones en que una o dos personas lo cambian todo. Esta es una de las lecciones que podemos extraer de la Guerra de Ucrania. La invasión es la consecuencia no tanto de grandes causas ―que también, en parte, sino sobre todo del carácter y la personalidad de un solo hombre: Vladímir Putin. Una guerra que, más que en ningún otro lugar, se ha ido incubando, ha ido creciendo, en la mente y en el estómago de un humano. Si quien mandara en Rusia fuera otro, muy posiblemente no se habría atacado Ucrania. ¿Cuántas personas puestas en el lugar de Putin habrían hecho lo mismo que él? ¿Una entre diez? ¿Entre cien? ¿Entre mil? ¿Entre un millón? Que sea Putin quien, en este momento histórico, se encuentra al frente de Rusia ha resultado determinante. En el caso de Ucrania resulta que tampoco nada sería como está siendo sin otro hombre. El antagonista de Putin: Volodímir Zelenski. Los ucranianos, hombres, mujeres, adultos, jóvenes y viejos, todo el mundo, se esfuerzan por salvar su país. Han decidido combatir contra los rusos. Incluso muchos que vivían fuera del país han optado por volver y defenderlo. El resultado ha sido una resistencia que ni Putin ni nadie había imaginado.

Si la existencia de un líder como Putin era estadísticamente improbable, todavía lo era más que se encontrara con alguien como Zelenski. Si uno ha condenado Ucrania, el otro es su salvador

Cuando escribo estas líneas, hombres, mujeres, adultos, jóvenes y viejos continúan, incansables, resistiendo la invasión con todas sus fuerzas. El resultado no es solamente inesperado, sino realmente increíble. Ucrania está consiguiendo plantar cara al que es uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Como decíamos, nada sería como es sin Zelenski. ¿Cuántas personas puestas en el lugar de Zelenski habrían conseguido lo mismo que él? ¿Una entre diez? ¿Entre cien? ¿Entre mil? ¿Entre un millón? Que sea Zelenski quien, en este momento histórico, se encuentra al frente de Ucrania ha resultado determinante.

Si la existencia de un líder como Putin era estadísticamente improbable, todavía lo era más que chocara con alguien como Zelenski. Si uno ha condenado Ucrania, el otro es su salvador o, al menos, quien habrá desbaratado los planes rusos. Porque sin el coraje y el ejemplo de su presidente, los hombres, las mujeres, los adultos, los jóvenes y los viejos ucranianos no combatirían con tanta fuerza y convicción. Muchos, quizás, habrían optado por marcharse. Quizás nadie habría vuelto a Ucrania para defender su país. Y es así como la historia no ha cambiado gracias a las grandes fuerzas a las que se suele recurrir para intentar explicar lo que ha sucedido, lo que sucede y para intentar calcular lo que sucederá. La historia de Rusia, de Ucrania y, al fin y al cabo, también de Europa, empezó a cambiar el día ―no sabemos cuántos años hace― en que Putin decidió que en el futuro, si las cosas iban de una determinada manera, el ejército de Rusia invadiría Ucrania.

Y la historia también cambió de forma drástica cuando hace sólo unas semanas, el presidente Volodímir Zelenski, 44 años, excomediante y exactor, casado y con dos hijos, decidió que, si el ejército ruso que se acumulaba en las fronteras de Ucrania finalmente los embestía, él no huiría del país, él no viajaría hasta Polonia y se refugiaría. Que él se quedaría allí, luchando con todas sus fuerzas. Que él se jugaría la vida en una partida peligrosa e incierta.