Las palabras pesan. Incluso en una campaña electoral como esta, con unos candidatos como estos. Sólo es parcialmente cierto que, una vez depositados los votos en las urnas, las palabras pueden ser barridas, y que pueden enterrarse los ataques, los reproches y las promesas.

Es falso que todo lo que ha sido dicho pueda ser reducido a cero. No, incluso en una campaña como esta, con unos candidatos como estos, las palabras no se las lleva el viento. Al menos no del todo. Las palabras nunca pierden completamente su fuerza y, contrariamente, acaban delimitando, acaban esbozando, aquello que es imaginable y aquello que no, lo que será posible y aquello que no lo será. También en una campaña como esta y con unos candidatos como estos.

Pedro Sánchez, quien en el 2017 admitía que Catalunya es una nación y proclamaba que en el estado español conviven varias naciones, empezó a cambiar de piel después del lamentable discurso del Rey del 3 de octubre de aquel mismo año. El Sánchez de hoy es alguien a quien incluso la palabra federalismo le parece prescindible. Alguien que repite que no le temblará el pulso si hay que volver a imponer el 155. Alguien que tiene la cara de reducir el conflicto político catalán a un "problema de convivencia entre catalanes". Alguien que desprecia al president de Catalunya y se niega una y obra vez a hablar.

Sánchez, fiel a su carácter crudamente oportunista, decidió en verano que no compartiría gobierno con Unidas Podemos, sino que haga repetir las elecciones. Que eso era lo que a él más le convenía. Antes, sin embargo, no se cansó de pedir al PP, Ciudadanos y, claro, a Unidas Podemos que lo votaran gratis, gratis. Naturalmente, no lo hicieron. Ahora, en campaña, los acusa de ser los verdaderos culpables de la situación. Los acusa de "bloquear" España.

Las predicciones dicen que el PP subirá muy considerablemente. Que Ciudadanos se deshace como un azucarillo. Y que el PSOE puede ser que baje un poco, y también Unidas Podemos.

El punto de acuerdo al que pueda llegarse entre el PSOE de hoy y el PP de Casado supondrá un nuevo paso en la escalada de incomprensión, desprecio y mano dura

Sánchez alegó en su momento que la diferente postura sobre Catalunya ―a pesar de que Iglesias enseguida había retrocedido para favorecer el pacto― le impedía aliarse con Unidas Podemos. Además, añadía el PSOE, era necesaria la colaboración del independentismo, cosa que Sánchez quería evitar sea como sea. No parece que esta posición haya cambiado, más bien al contrario.

¿Qué es, pues, lo que puede pasar?

Mi hipótesis es que Sánchez buscará el apoyo del PP después del 10-N. Y que a un Pablo Casado reforzado por los resultados esta vez le interesará colaborar. No me parece que veamos, después de las elecciones, una gran coalición, pero sí un pacto de investidura que, explícita o implícitamente, condicionará y proyectará su sombra sobre el devenir de la legislatura.

Por descontado, cualquier tipo de acuerdo entre el PSOE y el PP, pequeño, grande o medio, incluirá Catalunya, lo cual quiere decir que, sin duda, las cosas tenderán a oscurecerse todavía más. El punto de acuerdo al que pueda llegarse entre el PSOE de hoy y el PP de Casado supondrá un nuevo paso en la escalada de incomprensión, desprecio y mano dura. Supondrá una cerrazón en la negativa a reconocer que el conflicto es un conflicto político y, por lo tanto, también una confirmación del rechazo a dialogar ―y negociar― con el independentismo. Que Vox se convierta en un partido grande, como pronostican las encuestas, juega igualmente en contra de un posible escenario de diálogo o negociación con Catalunya.

Desde Catalunya se ha dicho y repetido que hasta que no pasen las elecciones del domingo, la situación no se podrá desbloquear y no habrá diálogo. Pero después quizás sí. Es una visión esperanzada. Ahora hay que empezar a considerar, sin embargo, a la contraria. Es decir, la posibilidad, a mi entender bien real, que después de los comicios lo que se produzca sea una cristalización de la posición española y, en consecuencia, que el panorama ocurra peor, o mucho peor, que el actual.