Parto de tres premisas: la primera es que Pedro Sánchez tendría que ser investido y el gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos ponerse en marcha. Si no fuera así, España entraría en una deriva vertiginosa e imprevisible, y a buen seguro muy negativa para Catalunya. Sería el primer gobierno de coalición en España de la democracia, lo que no es un paso pequeño. Como pueden deducir, no soy partidario del "cuanto peor, mejor" que parece dominar en una parte notable del independentismo.

La segunda premisa es que ERC y Junts per Catalunya no pueden contar con la CUP, que ha demostrado en el pasado y demuestra cada día su capacidad de equivocarse y dañar los intereses de los catalanes con una convicción granítica. Dejo de lado a la CUP, pues, la meta de la cual es, tal como sus representantes han expresado reiteradamente, buscar "el bloqueo" del Estado.

La tercera es que ERC no puede ni se atreverá a facilitar la investidura de Sánchez a cambio de nada. El PSOE le tiene que dar alguna cosa a cambio, alguna cosa sustancial, empezando por reanudar el diálogo con Catalunya allí donde lo abandonó hace casi hace un año.

En la parte independentista, a grandes rasgos existe coincidencia entre ERC y Junts per Catalunya en el objetivo: referéndum, independencia. No hay la en la estrategia. Pero sí que puede haber en qué hacer ante situaciones concretas, como la que estamos viviendo. Puede haber unidad de acción. Este punto es clave, ya que ERC, a la hora de hacer posible el gobierno en España, teme que Junts per Catalunya la deje fuera de juego para intentar ganar puntos de cara a unas futuras, quizás próximas, elecciones al Parlament de Catalunya.

Mi conclusión en este punto es sencilla. ERC y Junts per Catalunya tendrían que pactar entre ellos cuál es el mínimo exigible, ahora, en estas circunstancias, a Pedro Sánchez. E ir a la par. Carles Puigdemont y su grupo ―que es amplio― tendrían que entrar en esta lógica. Estoy plenamente convencido de que, si lo hacen, el electorado reconocerá este esfuerzo de unidad y, por lo tanto, las dos fuerzas saldrán ganando. La competición frenética y el clima envenenado entre determinados actores de Esquerra y de los postconvergentes los ha perjudicado a ellos y, lo que es mucho más grave, al independentismo y, en definitiva, a los intereses globales del país.

En relación a la investidura de Pedro Sánchez, hay que encontrar un punto común. Unas condiciones exigentes pero no imposibles para el PSOE

Los veintiún escaños conseguidos entre ERC y Junts per Catalunya, actuando juntos en las grandes decisiones, pueden ser determinantes en el Congreso de Diputados. Lo ideal, siguiendo la misma lógica, sería la conformación de un grupo parlamentario unitario, pero ERC lo rechaza. Junts per Catalunya, que a su vez ha reclamado el grupo parlamentario conjunto, por lógica, tendría que abrazar la unidad de acción.

En relación a la investidura de Pedro Sánchez, como decía, hay que encontrar un punto común. Unas condiciones exigentes pero no imposibles para el PSOE. Sabiendo también que estamos al principio de un trayecto que, si se gestiona bien, puede aportar cosas positivas. Será necesario, sí, un esfuerzo por parte de ERC y de los postconvergentes, un esfuerzo que, entre otras cosas, pasa por tomar conciencia que no estamos ante un juego de suma cero, sino que las dos fuerzas pueden salir ganando.

Al fin y al cabo, sin embargo, requiere también que esta vez Pedro Sánchez se crea lo que dice. Durante la campaña, el líder del PSOE se puso en rueda, avalándolo, del marco interpretativo de la derecha, en el sentido de que el problema de Catalunya lo había provocado el exceso de concesiones y que, por lo tanto, era necesario ahora frenar y poner la marcha atrás.

El comportamiento de Sánchez en este sentido me hizo creer, y así lo escribí antes de las votaciones, que después del 10-N el PSOE buscaría la complicidad del PP para tratar de acceder al poder. Una vez más, Sánchez se cambió de camisa e inmediatamente después de los resultados electorales cerró un preacuerdo exprés con Pablo Iglesias, demostrando que los cambios de 180 grados son la especialidad del líder socialista, capaz de defender una posición y la contraria sin pudor y con idéntica vehemencia.

Sánchez haría bien, esta vez, en interiorizar a fondo el papel que ha decidido interpretar. Y, en vez de aceptarlas, combatir con vehemencia las posiciones de la derecha. Defender una España plural, el diálogo con Catalunya y la progresiva reducción, hasta su extinción, de la persecución y represión del independentismo. Sánchez tiene que ser valiente y enfrentarse al PP, a Vox ―Ciudadanos ha quedado de momento en el limbo― y también a los españolistas casposos que habitan en el PSOE. Los comunes, pero sobre todo el PSC y Miquel Iceta, están llamados a ser protagonistas, desde la necesaria discreción, en esta batalla.