Curiosamente y contra pronóstico, la batalla de los indultos de los presos independentistas se le está haciendo cuesta arriba al PP. No es solo que no esté siendo un paseo triunfal. No es solo que las firmas no vayan ni de lejos tan bien como fueron antaño. O que en la manifestación de Colón Pablo Casado no supiera demasiado cómo ponerse, dudoso como estaba entre sacar pecho al lado del ultra Santiago Abascal o esconderse tras las faldas de la siempre impetuosa Isabel Díaz Ayuso. Es que el asunto de los indultos está tiñendo la imagen de "liberal" de Casado para proyectarlo como alguien intolerante, radical, que se obstina en el castigo porque no tiene ninguna propuesta aceptable sobre Catalunya.

Así es que el viernes Casado estallaba cargando contra todo el mundo. Tildó de "cómplices" a patronales, sindicatos y obispos catalanes. Cómplices de Pedro Sánchez, que está a punto de indultar a los independentistas. Casado exhibía su nerviosismo porque se da cuenta de que aquello que tenía que ser, creía, un gran negocio electoral, no lo será tanto, quizás nada.

Casado perdía el control ante los medios durante la toma de posesión de Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid. No deja de ser significativo que el líder del PP utilizara el epíteto "cómplice", que es el que eligió Díaz Ayuso cuando quiso utilizar al Rey contra Pedro Sánchez. En aquella ocasión, el domingo día 13, en la concentración en la plaza de Colón, ella bramaba: “¿Qué va a hacer el Rey de España, va a firmar esos indultos? ¿Le van a hacer cómplice de esto?”.

Estas dos frases revelan mucho más de lo que parece. Nos dan una valiosa pista de cómo piensan determinados políticos de la derecha española. Para empezar, Díaz Ayuso introducía una mentira grave, ella que, como los suyos, dice amar tanto la Constitución, porque el Rey no puede elegir si firma o no firma. Sencillamente, está obligado a hacerlo. Al hacer la pregunta, Díaz Ayuso estaba señalando que el Rey tendría que hacer lo que realmente le apetece —según ella—, es decir, mantener a los presos entre rejas.

El peligro a partir de ahora es que lo que para el soberanismo es el punto de salida, Pedro Sánchez lo haga pasar como el punto de llegada. Que haga ver que hechos los indultos, acabado el problema

Aquello no dicho pero que se vislumbra en el discurso de Díaz Ayuso es que, de hecho, el Rey es de los suyos. Ergo: la izquierda le hace hacer cosas al monarca que él no quiere hacer. Como ahora, cuando los socialistas y los podemitas someten al Rey a "una humillación" obligándolo a firmar los indultos de aquellos que lo tienen "como enemigo a batir", sobre todo porque, recordó la presidenta madrileña, Felipe VI representa la unidad de España y dejó bien clara su posición con su discurso del 3 de octubre de 2017 (recordémoslo: cuando era el PP quien estaba en el poder).

Como tantas veces antes, los supuestos defensores del Rey, muchos de los cuales tienen más de postfranquistas que de neomonárquicos, ponían a Felipe VI entre la espada y la pared, en una situación francamente incómoda. Tanto es así que, ante las palabras de Díaz Ayuso en la plaza de Colón, la Casa del Rey tuvo que emitir un comunicado aclarando que el Rey firmaría los indultos.

Ayer Pedro Sánchez estuvo en el Liceu para "vender" los indultos y recibir aplausos y golpecitos en el hombro de agradecimiento. También para hacer campaña electoral —las campañas son permanentes, como se sabe— en Catalunya. Es legítimo. Pero lo que no puede admitir el soberanismo es que Sánchez pretenda hacer tragar la píldora a los catalanes. Que pretenda hacer pasar gato —los indultos— por liebre —una solución real al conflicto.

Y este es el peligro a partir de ahora. Que aquello que es condición necesaria, imprescindible, para poder sentarse a hablar, acabe siendo, mediante una serie de maniobras comunicativas y de propaganda, el punto de llegada, el final. Que lo que para el soberanismo es el punto de salida, Pedro Sánchez lo haga pasar, ante Catalunya, pero sobre todo ante Europa y el mundo, como el punto de llegada. Que haga ver que hechos los indultos, acabado el problema.

Por esta razón, resulta enormemente positiva la imagen de complicidad y sintonía que proyecta el encuentro entre los presidents Pere Aragonès y Carles Puigdemont del viernes. El soberanismo se tiene que conjurar para evitar que algunos caigan, intencionadamente o sin querer, en un exceso de credulidad. Más específicamente, que los indultos consigan desmovilizar o hagan caer en el desistimiento una parte del soberanismo. Que se olvide poco o mucho que, como dijo Aragonès, a pesar de los indultos la represión seguirá golpeando ferozmente, y que no acabará si no se produce la amnistía. Que se olvide poco o mucho, sobre todo, que la aspiración de Catalunya no es la libertad —justa— de un puñado de personas, sino poder decidir libremente su futuro como pueblo.