Sucedió. El destino se cerró sobre sí mismo y el hermano pequeño, Ernest, emuló a su hermano mayor casi treinta y siete años después, los que han pasado desde que Pasqual Maragall se convertía en alcalde de Barcelona. Ernest Maragall también evoca el desgarro del PSC en los últimos años, que ha perdido gran parte de su sector catalanista.

ERC se la jugó, se la jugó mucho, al elegir a su candidato y la apuesta, el experimento, le ha salido bien. Muy ajustadamente, pero le ha salido bien. La hegemonía republicana en la política catalana se va consolidando, entre otras cosas, con unos resultados muy esperanzadores para ellos en algunas ciudades relevantes de el anillo metropolitano de Barcelona.

No se la jugaron solo los republicanos eligiendo al exsocialista Ernest Maragall como cabeza de cartel. También se la jugaron al rechazar una candidatura unitaria con Junts per Catalunya, lo que hubiera asegurado, casi de entrada, una Barcelona gobernada por el independentismo. ERC prefirió ir por libre y ha conseguido un triunfo histórico, en buena parte porque, hay que decirlo, muchos electores posconvergentes han optado por el voto útil al constatar que Junts per Catalunya no tenía opciones de ganar.

Ada Colau es, como bien sabe Xavier Trias, un adversario temible. Consiguió mantener, a pesar de los desbarajustes evidentes y los errores cometidos, la narrativa populista según la que ella, una mujer del pueblo, se enfrentaba al establishment. Muchos creyeron que, en efecto, Ada es 'auténtica' y si no lo ha hecho mejor es por falta de experiencia y porque la lucha contra los poderosos es desigual. Si hace cuatro años Colau logró destronar Trias en el esprint final, esta vez, también en el esprint, ha sido ella quien ha perdido la alcaldía.

En su segundo intento como alcaldable, Jaume Collboni acarició el triunfo en el primer tramo del escrutinio electoral, pero finalmente las previsiones se impusieron rotundas. El PSC ha tenido unos excelentes resultados en el conjunto del país, lo que significa una auténtica recuperación después del estado de postración en que se encontraba. Sin duda, se ha beneficiado de la movilización y la esperanza desatadas por Pedro Sánchez y el PSOE. Al PSC le ha ido muy bien que las elecciones municipales y europeas se produjeran tan cerca de las españolas.

Notorio es, por otra parte, el fracaso de Junts per Catalunya en Barcelona, ​​un descalabro sorprendente a pesar del retroceso sufrido en el conjunto del país. Joaquim Forn ha sido menos visible durante la campaña de lo que quizás era de esperar. Esto ha hecho que todo el peso recayera en Elsa Artadi, a quien, por tanto, hay que atribuir una proporción notable de los malos resultados.

La figura omnipresente durante la campaña de Carles Puigdemont, y su innegable atractivo entre las filas independentistas, no ha sido suficiente para amortiguar la catástrofe barcelonesa. Este descalabro resulta más llamativo aún si tenemos en cuenta el éxito claro del presidente que vive en Waterloo en las elecciones europeas, que ha conseguido batir claramente a Oriol Junqueras y ERC, formación que ganó estos comicios hace cinco años.