Quim Torra se presentó, y se presenta, como un patriota, como alguien comprometido hasta la médula con este país. El president siempre ha rechazado tener aspiraciones políticas particulares o ser un hombre de partido o facción. Igualmente, y de manera reiterada, se ha referido a la dignidad de la institución de la Presidència de la Generalitat, y a la necesidad de defender esta dignidad, igual que la del resto de instituciones catalanas. Es más: se ha declarado dispuesto al sacrificio personal para defender esta dignidad, e incluso ha llamado a convocar un nuevo referéndum como el del 1-O.

No discuto si Torra es o no es un patriota, ni este es el motivo de este artículo. Lo que sí que me pregunto es si la reciente remodelación del ejecutivo catalán contradice el sentido patriótico que hay que exigir a alguien, quien sea, que ocupe la Presidència de la Generalitat de Catalunya.

Aunque la semana pasada justificó los cambios para reforzar el Govern en la lucha contra la emergencia sanitaria, eso contrasta claramente con la realidad. En las conselleries que en estos momentos son más importantes en la lucha contra la Covid, que están mayoritariamente en manos de ERC —Salut, Educació, Economia i Finances... —, no se ha producido ningún cambio. Torra ha ejecutado relevos en la Conselleria d'Empresa i Coneixement y en la de Interior —relacionadas, ciertamente y como prácticamente todas, con el virus y sus consecuencias—, pero por razones que nada tienen que ver con la crisis sanitaria.

Remodelar el Govern ha sido la manera de Torra de decir que no convocará elecciones, una potestad exclusiva del president de la Generalitat

El cese de la consellera de Empresa i Coneixement es partidista. Se echa del Govern a Àngels Chacón, uno de los miembros del Govern que ha demostrado más solidez y se ha ganado una mejor consideración. ¿El objetivo? Invisibilizarla y así procurar una ventaja al partido de Carles Puigdemont, dado que la exconsellera será probablemente la candidata a presidenta de la Generalitat por el PDeCAT.

Por otra parte, hacía mucho que Torra quería castigar a Miquel Buch, sobre todo por las discrepancias entorno la actuación de los Mossos durante las protestas por la sentencia contra los líderes independentistas. Ahora ha aprovechado para ajustar las cuentas con Buch, cosa que antes no le habían dejado hacer. Nada que ver tampoco con la Covid. Más bien un castigo aplazado. En los Mossos se considera que Buch —después de unos comienzos complicados— había sintonizado finalmente con el cuerpo y no se entiende su salida.

Remodelar el Govern ha sido la manera de Torra de decir que no convocará elecciones, una potestad exclusiva del president de la Generalitat. Dejará que el Tribunal Supremo confirme su inhabilitación, cosa que conducirá —porque el independentismo no presentará candidato— a unas elecciones a principios del 2021. Torra prometió, en enero, convocar elecciones y que revelaría la fecha después de aprobar los presupuestos. "La legislatura está agotada", sentenció el 29 de aquel mes. Contra lo que había prometido, pues, será el Supremo, en definitiva, quien convoque. Eso no es preservar la dignidad de la Presidència de la Generalitat. De nuevo, se trata de instrumentalización partidista y electoralista. Puigdemont —no el Puigdemont "president legítim", sino el Puigdemont líder de partido— necesita más tiempo para poner a punto la maquinaria de su nueva fuerza política para intentar derrotar a ERC. En paralelo, confía en que la gestión de la crisis sanitaria y socioeconómica desgastará fuertemente a los consellers republicanos en los próximos meses.

Derivado de todo ello, y pese a posibles sorpresas (como un intento simbólico de Torra de desobedecer al Supremo o alguna estratagema parecida), Catalunya se encamina hacia una etapa sin president, con un vicepresident que tendrá que cubrir las funciones esenciales. No convocar elecciones y provocar una situación anómala como esta no parece lo mejor para luchar contra la pandemia, sobre todo teniendo en cuenta los momentos delicados que seguramente vendrán. Tampoco esto parece patriótico, al contrario.