Tal día como hoy del año 1462, hace 557 años, el conde-rey Juan II (hijo de Fernando de Antequera, el primer soberano catalanoaragonés de la dinastía castellana Trastámara) firmaba con el monarca francés Luis XI el Tratado de Bayona. En aquel pacto, el rey Lluis XI le prestaba la cantidad de 300.000 escudos de oro (el equivalente actual aproximado a unos 60 millones de euros) al conde-rey Juan II; y en garantía de devolución le imponía la condición que la monarquía francesa recaudaría y se quedaría todas las rentas reales (los beneficios y los tributos) de los condados del Roselló y de la Cerdanya hasta que aquel préstamo fuera reintegrado en su totalidad.

El conde-rey Juan II había solicitado ayuda financiera al rey francés para hacer frente al levantamiento de Catalunya (Guerra Civil de 1462-1472). Poco antes, la Generalitat —entonces controlada por las clases oligárquicas del país— lo había desposeído de su condición de hombre principal de Catalunya y el gobierno del país se debatía entre los partidarios de crear una república inspirada en el modelo de Venecia o de Génova, y los partidarios de nombrar a un nuevo conde entre varios candidatos descendentes de la extinta dinastía Barcelona-Aragón. En contraposición, Juan II se había ganado la adhesión de los campesinos redenciones, en conflicto con las clases oligárquicas feudales.

Aquel préstamo no sería nunca reembolsado. De hecho, Juan II no llegó a pagar ni siquiera los primeros plazos y Luis IX, aprovechando que el gobierno de Catalunya lo había desposeído y las instituciones del país no se ponían de acuerdo en el nuevo modelo político, invadió los condados del Rosselló y de la Cerdanya. Finalmente, pasados treinta y un años, sería Fernando el Católico, cuarto hijo y sucesor de Juan II, lo que reintegraría los condados del norte de los Pirineos a Catalunya: en el Tratado de Barcelona (1493) pactó con Carlos VIII de Francia, hijo y sucesor de Luis XI, la condonación de la deuda a cambio de la no-intervención catalanoaragonesa en el conflicto que la monarquía francesa mantenía a Italia con el pontificado.