Yo lo tengo clarísimo. Las dos primeras cosas que me llevaría serían el Diccionari y la Gramàtica de la llengua catalana del Institut d'Estudis Catalans —nunca sabes las dudas lingüísticas que puedes tener en una isla desierta—. ¿Y si me encuentro un pistacho y no recuerdo si esta palabra está aceptada por el Institut d'Estudis Catalans? ¿Y si tengo la mala suerte de encontrarme a un indígena perdido por la isla o un náufrago que tienen ganas de aprender a hablar y a escribir en catalán y no recuerdo si "església" va con acento abierto o cerrado o si puedo poner una coma entre el verbo y el complemento directo? Pensad que, si no supiera las respuestas correctas, además de dar muy mal ejemplo, sería catastrófico para la cultura catalana.

Otra cosa que me llevaría, y que considero imprescindible para poder sobrevivir en una isla desierta, es un móvil satelital para poderme hacer selfies y colgarlos seguidamente en las redes sociales para que la gente vea que me lo estoy pasando en grande. No me gustaría que la gente pensara que me aburro y que tengo una vida vulgar. Además, no te pierdes cada día en una isla desierta, y estar perdida, quieras que no, sube mucho los likes en las redes.

La felicidad se encuentra en las pequeñas cosas: un selfie bien iluminado, dos mil likes, doscientos mensajes privados diciéndome lo guapa que soy... Ya me entendéis

La siguiente cosa que necesitaría, y no por ello menos importante, es un palo de selfie con un aro de luz para crear buenos encuadres y tener una buena iluminación. Ah, ahora que lo pienso, que no me olvide de coger el perfilador de ojos y el pintalabios con brilli brilli para poder tener una mirada más intensa y unos labios más expresivos —se ve que, en la vida real, los filtros no funcionan, y nunca sabes cuándo, cómo y dónde conocerás al hombre de tu vida; hay que estar preparado para todo.

Después, creo que cogeré unos treinta batidos de proteína y un par de aguacates para alimentarme y conservar el tono muscular, y unas mallas para poder hacer mejor las posturas de yoga y pilates. Estoy segura de que, en esta isla, encontraré mucha paz interior y podré compartir este sentimiento con todos mis seguidores. ¡Ya estoy impaciente por ir!

Bien, creo que, con todo lo que he dicho hasta ahora, podría sobrevivir perfectamente. Pero, si por lo que fuera, aún quedara espacio en la maleta, quizá me llevaría: una Leatherman [para, si tengo tiempo muerto entre selfie y selfie, poder construir un velero para navegar alrededor de la isla o una cabaña para resguardarme de la lluvia (no me gustaría que mi pelo perdiera volumen)]; una crema solar (por si el sol pega demasiado fuerte); un equipo de pesca (para poder pescar si tengo hambre en algún momento y ya no me quedan batidos de proteína), o un mechero (por si quiero crear algún efecto de luz para algún vídeo). Pero, ya os digo, lo considero innecesario, y no quisiera parecer una pija consentida. Hay que ser humilde y saber vivir con poco. La felicidad se encuentra en las pequeñas cosas: un selfie bien iluminado, dos mil likes, doscientos mensajes privados diciéndome lo guapa que soy... Ya me entendéis.

Lo que sí que os pediría es que no me hagáis estar más de una semana en la isla. Este jueves no, el otro, tengo hora a las nueve para depilarme las ingles; a las diez, me hacen un alisado japonés, y, por la tarde, me hacen la manicura a las seis y veinticinco. Tengo de sobras, con una semana, para aprender la lección que tengo que aprender en la isla desierta (que para eso me hacéis ir, ¿no?). La vida es demasiado corta para estar más de una semana en una isla. Hay demasiadas cosas que hacer. A modo de ejemplo: todavía tengo que retocar cien fotos que me hice el otro día cuando fui a la playa; después, tendré que quedar con una amiga para contarle todo lo que habré estado haciendo esta semana en la isla desierta y para enseñarle como funciona el nuevo filtro de TikTok.