El Girona es líder de la Liga, el Congreso decide hacia qué modelo de convivencia va el Reino de España y el Barça es imputado por supuesto soborno a los árbitros.

El domingo 29 de octubre de 2017, se esperaba a Carles Puigdemont en Montilivi, donde jugaban —como este fin de semana— Girona y Madrid. El president no fue, pero escribió en lo que entonces aún era Twitter “Gran GironaFC ganando 2-1 al Real Madrid en Montilivi (y el día de Sant Narcís). ¡Enhorabuena, y seguimos!”. Pero el caso es que, aprovechando quizás que los focos estaban en ese partido, Puigdemont se fue camino de Bruselas. La ANC, por su parte, tuiteó: "A veces, hay resultados deportivos que reflejan la realidad política". Nada más, ningún conflicto. No hubo independencia, no se suspendió el partido como hubiera ocurrido en caso de independencia o de disturbios, y los gerundenses, y los catalanes, estuvieron la mar de contentos con el fútbol.

Interesa más que la gente esté en los campos de fútbol que en la calle, que ya se sabe que algunos clubs son ejércitos, pero desarmados

La Real Sociedad y el Athletic de Bilbao ganaron cuatro Ligas seguidas entre 1980 y 1984, en pleno final de la Transición. Nadie niega los méritos deportivos, pero, obviamente, existe una teoría de la conspiración. La que dice que aquello fue una operación de Estado para ayudar a apaciguar Euskadi. Base real, la hay. Tras la primera Liga de la Real, bajó el número de asesinatos de ETA. De 86 el 1979 a 32 el 1984. Incluso se ha escrito una novela, Gooolpe de vista, de Ricardo Gómez, que sitúa como cerebro de la operación a Guillermo Quintana Lacaci, teniente general al frente de la I Región Militar —asesinado por ETA en 1984—, en una trama de ficción que implica al gobernador civil de Guipúzcoa, al presidente de la Federación Española de Fútbol —entonces Pablo Porta— y al presidente de la Real. Los otros pactos de San Sebastián, con maniobras y sobornos, para que los vascos ganaran la Liga española, con el objetivo de "normalizar" Euskadi. Ya se sabe que interesa más que la gente esté en los campos de fútbol que en la calle, que ya se sabe que algunos clubs son ejércitos, pero desarmados. De hecho, suprimida la mili, lo único que une a España es la Liga de Fútbol. Bien, y un poco el AVE.

¿Recuerda ese gran argumento que decía que, en caso de independencia, el Barça no podría jugar la Liga y sería un desastre para el club? ¿Incluso los nervios de Messi? Ignoro si las instituciones políticas y deportivas se pusieron de cara o de perfil para los éxitos de ambos equipos vascos a principios de los ochenta. La historia dice que no han vuelto a repetirse, eso sí. Y en ningún caso planteo que el éxito del Girona tenga nada que ver con esto. Nada más lejos de la realidad. Los motivos del éxito de los gerundenses son conocidos y no es necesario entrar en ello. Y son básicamente deportivos con nombres y apellidos como el de Míchel Sánchez y Quique Cárcel. Que quede bien subrayado. Pero no deja de ser curioso el paralelismo histórico. Y lo que sí es una realidad es que seis años después del 1 de octubre, los logros del Girona abren programas de máxima audiencia y generan más emoción que la ley de amnistía y el referéndum.