Las primeras visitas internacionales de un papa importan. La agenda vaticana contemplaba un viaje a Turquía y al Líbano ya en época del papa Francisco. Pero este primer viaje del papa León XIV a Turquía y al Líbano revisten importancia global por diversos motivos. El primero, por posicionar la región MENA (Oriente Medio y norte de África) en el radar vaticano. En segundo lugar, por intentar unir el mundo cristiano. Y en tercer lugar, por lanzar un mensaje de reconciliación entre religiones y no creyentes en un mundo de desastres donde las personas no están en el centro. Un cuarto factor sería el de reconfortar a las comunidades católicas, y un quinto elemento, proponerse, o aceptar si se pide, que la Santa Sede sea un posible mediador internacional.

Unir el mundo cristiano no es un asunto interno de las Iglesias. Afecta a Ucrania y ha sido elocuente la ausencia del Patriarca de Moscú y del de Antioquía en el encuentro ecuménico en Turquía. Se han hecho gestos, pasos y se han pronunciado palabras que hacen avanzar la unidad entre los cristianos, el famoso ecumenismo, que siempre es un asunto en gerundio.

Hablar del islam no es un asunto de diálogos interreligiosos fructíferos, sino que engloba el mundo y sus dinámicas culturales, comerciales y pacificadoras. En la segunda etapa del viaje, en el Líbano, país de los cedros y territorio también multirreligioso, la figura de León es vista como un posible mediador extensible tanto a Ucrania como a Palestina.

En Turquía ha habido una visita que no ha centrado la atención y que es más reveladora de lo que parece. El Papa se ha reunido con la Diyanet, la presidencia turca para los Asuntos Religiosos, una entidad única que gestiona la diversidad religiosa de un país que para muchos es terreno musulmán, para otros una plataforma laica y, en otros ojos, un mosaico real de minorías religiosas que conviven, una de las cuales, con una importancia capital, el Patriarcado cristiano ortodoxo de Constantinopla.

Este papa está insistiendo en que los creyentes no vayan solo a lo suyo, con las propias dinámicas, sino que se arremanguen y se impliquen

El Papa ve Ankara y Beirut como actores de reconciliación y no como víctimas de la inestabilidad. El Instituto ISPI, uno de los centros de reflexión sobre las Relaciones Internacionales más robustos de Italia, remarca el papel que el pontífice ha propuesto a Turquía, de mitigador y pacificador en la zona, y también subraya cómo León XIV ha animado a los católicos que viven en Turquía a no solo vivir de la mejor manera que puedan su fe, sino a ser agentes de la Turquía moderna y del futuro. Este papa está insistiendo en que los creyentes no vayan solo a lo suyo, con las propias dinámicas, sino que se arremanguen y se impliquen. Allí donde estén, mayorías o minorías.

Joshua Landis, profesor en la Universidad de Oklahoma, remarca que el cristianismo ha disminuido en Líbano, y en Siria, de manera drástica en las últimas décadas, y que si bien la presencia del Papa ha animado a los jóvenes, y ha recordado a todas las generaciones que nadie los olvida, esta fragilidad cristiana persiste y se ve amenazada por la inestabilidad regional, el empobrecimiento de la clase media, la presión que el fenómeno migratorio ha añadido a una zona en conflicto.

En uno de los encuentros marcadamente femeninos de la visita, el pontífice se ha reunido con una comunidad de monjas carmelitas en Líbano, así como con 800 personas en el hospital pediátrico de las hermanas franciscanas de la Cruz. El Papa ha sido contundente: no se puede construir una sociedad que olvide la pobreza y la fragilidad, ni a las personas afectadas por la herida de la soledad. Parecía una visita de seis días que “se tenía que hacer”, y ha resultado un momento privilegiado para conocer más un papado que todavía tiene que desplegarse.