Desde las primeras elecciones que se celebraron después de la dictadura franquista, en 1977, el sistema ha evolucionado. La ilusión por algo que ya se hace a menudo ha disminuido y la decepción frente a los incumplimientos ha aumentado. También ha evolucionado, volviéndose más laxa, la ortodoxia respecto a la observancia de la ley, la tradición y, en algunas ocasiones, la ética. En Catalunya este cambio aceleró en el 2003 cuando, después de 23 años de Pujol, se justificó un tripartito. ¿Es legal? Sí. ¿Responde a una lógica política? A veces sí, pero no siempre. Y la pregunta más importante que apenas se hace nadie: ¿es bueno para el municipio o país donde esto ocurre? Depende sobre todo de la segunda pregunta, si tiene lógica política. Una vez hechos estos pactos, todo el mundo corre a interpretar el voto de la gente. Ya es difícil saber por qué votan como para interpretar qué acuerdos postelectorales desean. Siempre y cuando no se haya anunciado anteriormente, durante la campaña. ¿Seguir esta dinámica generará más desafección? Sí. Sobre todo si se hace al estilo Barcelona donde Collboni dijo que si no ganaba iría a la oposición, donde todo el sottogoberno de los comuns se mantiene a sueldo de un ayuntamiento que no gobierna, y todo gracias al PP. Ver para creer. Actualmente, en Catalunya, aunque por suerte existen notables excepciones, en general el nivel intelectual, político, profesional y ético de muchos de los que nos gobiernan es inferior a la media del país.

Llegados aquí, lo razonable sería que, de una vez por todas, se abra el melón de la ley electoral catalana en el Parlament. El mundo ha cambiado, el país ha cambiado y el sistema de partidos ha degenerado: ahora toca. Sería una buena herencia del president Aragonès.

Las luchas compartidas no suman por la independencia, suman por cada una de las luchas, pero como dijo el president Companys "Catalunya sólo nos tiene a nosotros"

Volviendo a Barcelona, ​​las municipales han dado algunas lecciones al independentismo que ya debería aceptar como realidad de una vez por todas y dejar de dar cabezazos a una pared. Repitamos: la base no se ensancha rebajando los objetivos. Las luchas compartidas no suman por la independencia, suman por cada una de las luchas, pero como dijo el president Companys "Catalunya solo nos tiene a nosotros". Este hecho es cierto, especialmente en lo que se refiere a la izquierda española. Que antes que izquierda es española. No es ningún reproche, es una constatación: Los bloques existen. Uno quiere una Catalunya libre y otro quiere una Catalunya sometida. Y los comuns no están en el lado de los que quieren una Catalunya libre. Nunca lo han estado, pero parece que esta vez ya lo ha visto todo el mundo. Manda Madrid. Si es necesario el apoyo de Ciudadanos, bueno. Y si es necesario el del PP, también. En este caso, ni siquiera por gobernar, sino para impedir la alcaldía a quien ganó las elecciones.

Que haya dos bloques no significa otra cosa que lo vemos diferente. Y que los intereses son contrapuestos, esto es ya más problemático. Pero en ningún caso debería implicar que no se pueda dialogar, negociar e incluso pactar. Hacer política vaya. La cuestión es tener claro el modelo de país que anhelas, la coherencia con la que lo defiendes, el precio que pones en cada pacto y lo que obtienes de cada negociación. Porque los ciudadanos son adultos y eso sí lo entienden. Hay que dar estabilidad institucional y soluciones a la gente, que tiene problemas. Es necesario acabar con la pelea permanente del independentismo por cualquier tema, que ya es insoportable. Y hay que desmontar tópicos falsos que nos llevan por el mal camino. ¿Existen opciones de pacto independentista? Debería ser prioritario. ¿No existe esta opción? ¿Qué es mejor que el PSC gobierne solo o influir desde dentro? ¿A qué precio? Hablémoslo. Expliquémoslo. Pero no es la misma situación una cosa que otra. Han pasado casi 6 años de octubre de 2017. La gente no ha cambiado su punto de vista principal, pero hay que tener presente que no se logró el objetivo y llevamos demasiados años de peleas incomprensibles para el ciudadano corriente. Hay que asumirlo. Porque ya había habido muchos avisos. La abstención de estas municipales no es un aviso. Es la constatación de que, tras numerosos avisos, parte del independentismo ha desconectado de sus partidos. Se ha cansado. Y esto es relevante. Porque el pacto de Barcelona es, de nuevo, una vergonzosa operación de estado contra el independentismo, sí. Pero esta vez no les ha hecho falta inventarse noticias falsas, mover policía patriótica y jueces franquistas. Con los votos les ha bastado.