Mes tras mes y trimestre tras trimestre, cuando salen los datos del paro y los de la EPA (Encuesta de Población Activa), oímos cómo el Gobierno del Estado, con una satisfacción fuera de lugar, dice que como cada vez hay menos gente en las estadísticas del paro, la economía remonta, la crisis ha acabado y todo va bien.

Esta semana se ha presentado el Índice de Calidad del Trabajo de Catalunya (IQTC), un estudio que mediante treinta indicadores de cuatro dimensiones (acceso y mantenimiento del puesto de trabajo, condiciones laborales, protección social por desempleo y brecha de género) nos indica cuántos puestos de trabajo creamos pero también cómo los creamos. Y sinceramente, la IQTC da un gran suspenso al Gobierno del Partido Popular. Lo intuíamos. Lo sabíamos. Pero ahora tenemos cifras que nos dicen claramente que lo que estamos generando son puestos de trabajo de miseria que nos permiten sobrevivir. Lisa y llanamente: nada más.

El IQTC hace una comparativa de once años (2006-2016) y en sus datos podemos ver claramente cómo la salida de la crisis se está haciendo a costa de la calidad del puesto de trabajo. Hay cosas curiosas: aumenta la tasa de actividad de las mujeres mayores de 54 años, seguramente porque han tenido que ir a buscar trabajo para sustentar a las familias, o que la tasa de actividad está bajo mínimos porque la gente no busca trabajo. Son los conocidos como "resignados de la crisis", personas que desaparecen de las estadísticas porque como no tienen la protección del paro ni de los subsidios, ya no renuevan la demanda y no buscan trabajo activamente. Las cifras también nos indican que del 2010 al 2014 los salarios bajos caen exponencialmente, mientras que desde el 2012 los salarios más altos suben. También ha disminuido el porcentaje de personas que encuentran trabajo y se incrementa el de personas que permanecen en paro. Paralelamente, la tasa de rotación (el número de contratos por persona) crece de 2,1 a 2,5 y la cuota de mercado de las ETT llega al 20%. Con respecto a la protección social, existe un elemento preocupante como es el tránsito de las personas que pasan de la protección contributiva a la asistencial al agotar todas las prestaciones, y cómo estas bajan por término medio 157,2 euros. Y finalmente se recoge la brecha de género, un elemento que numéricamente distorsiona. Y lo hace porque siempre hemos dicho que existe un mercado laboral para las mujeres, mucho más precario. Ahora el problema no es que las mujeres hayan mejorado en las expectativas en el trabajo, sino cómo elementos como la parcialidad ya afectan a hombres y mujeres. Es decir, ahora todos somos precarios.

El IQTC no dice nada nuevo, pero tiene la virtud de sintetizar datos y ser un indicador que nos da elementos para comparar. De todos los analizados, el peor año de la crisis en términos de calidad laboral fue el 2015. Pero visto globalmente, en once años solo dos han llegado al aprobado pelado (de 0 a 10, un 5). El Gobierno de Mariano Rajoy suspende el curso. Lo cateamos en calidad de mercado de trabajo. Cuando vuelvan a decir que el paro baja y que eso es sinónimo de que la crisis ya ha pasado, recordadle a don a Mariano los 187.000 hogares catalanes que tienen a todos sus miembros en paro o bien las 562.000 personas asalariadas que hoy tienen un contrato temporal. O bien que el año 2008, el 3,9% de la población en riesgo de pobreza estaba en el paro, un porcentaje que asciende hasta el 21% en el 2016.

Los datos macroeconómicos nos dan cifras extraordinarias: incrementos del PIB, récord de exportaciones, turismo creciente... Pero los datos del día a día, los que afectan a nuestras vidas, no muestran la correspondencia que haría justicia a nuestros esfuerzos. Ante esta realidad, es hora de hacerse una pregunta: ¿dan ya por supuesto que la precariedad es un elemento estructural de nuestro mercado de trabajo?

El mes que viene, cuando se vuelvan a publicar los datos del paro, saldrán victoriosos. Dirán que la recuperación es una realidad. Pero se trata de una recuperación del todo precaria: centrarnos en crear puestos de trabajo sin calidad es precipitarse a un futuro en que serán inútiles todos los esfuerzos. Han vendido nuestro bienestar y han decidido unilateralmente que viviremos peor que antes. ¿Vamos a seguir volviendo la espalda a la creación de puestos de trabajo de calidad?