Uno de los colectivos más damnificados por esta gran crisis ha sido el de las personas mayores de 55 años. Expulsados del mercado de trabajo prematuramente y con un sistema de protección social desplomándose, son el síntoma más evidente de la descomposición de nuestro estado del bienestar.

La crisis ha afectado a todos los colectivos. Pero con este grupo de edad se ha ensañado con más fuerza, por una simple cuestión: son demasiado jóvenes para jubilarse pero demasiado grandes para trabajar. Las empresas, lejos de aprovechar su talento y su experiencia, los han expulsado del mercado de trabajo, buscando perfiles sin tanto bagaje pero que cobran salarios mucho más bajos. De esta manera se ha instaurado una especie de «dumping generacional». Si miramos los datos del paro, vemos una clara tendencia: los mayores de 55 años (también podríamos decirlo de los de 45 años) son parados resignados. Forman parte del grueso de parados de larga duración, pero muchos de ellos, una vez agotadas las prestaciones, ya ni siquiera se apuntan a los listados oficiales del paro, y pasan a ser invisibles. El conocido como grupo de "resignados" se ha incrementado el 140% con la crisis.

Antes he apuntado que a estas personas las empresas las expulsan para poner personal más joven. Es obvio que tenemos un problema cultural. Hay que trabajar en las escuelas, en las universidades, con las patronales... con todo el mundo, revalorizar el trabajo intergeneracional en las empresas, el relevo dentro del puesto de trabajo con garantías de continuidad. Este trabajo se tiene que hacer. Es una tarea larga, pero la gente mayor de 55 años no puede esperar. Porque lo está pasando mal, ahora y aquí.

Los mayores de 55 años son "pobres actuales" y "pobres futuros". Y han sido víctimas de una gran deslealtad institucional

Los mayores de 55 años son "pobres actuales" y "pobres futuros". Y han sido víctimas de una gran deslealtad institucional: cuando más se ensañaba la crisis con ellos, el Gobierno del Estado cambió las reglas del juego a la mitad de la partida, variando las reglas de acceso al subsidio y endureciéndolas. Hoy, ocho de cada diez personas mayores de 55 años en situación de paro, cobra 426 euros o nada. Así, tenemos toda una generación que malvive y sobrevive. He apuntado que son pobres actuales. Se estima que una persona en edad activa que a los 55 años deja de trabajar, pierde el 80% de poder adquisitivo por término medio. Pobres del presente, como se puede ver, pero también pobres del futuro. A los mayores de 55 años se los obliga a jubilarse prematuramente, y personas con largas carreras de cotización (hablamos de la generación que trabajaba a los 14 años ya) ven disminuida la pensión en un 30%.

Malviviendo ahora y sobreviviendo en un futuro. Este es el destino de muchas personas mayores de 55 años. ¿Pero podemos cambiarlo? Hemos rescatado el Castor, el túnel de El Pertús, la banca y las radiales de Madrid. ¿Nos ponemos a rescatar a las personas?

A veces las cifras son caprichosas. Si aseguráramos el presente a las personas mayores de 55 años con una prestación igual que el salario mínimo interprofesional, la partida en prestaciones en Catalunya sólo se incrementaría en un 6,6%. Y si contaran a todo el Estado, nos saldría exactamente lo mismo que lo que se ha dedicado a rescatar la aventura de la plataforma Castor, 1.400 millones de euros. Así solucionaríamos el problema actual, pero con un sistema de rellenar las lagunas de la seguridad social con un escalado entre el 90 y el 100% de la base de cotización de la última prestación contributiva, recuperaríamos la pérdida del 30% de la pensión. Y así les garantizaremos el futuro.

Tenemos soluciones. Hay que trabajar desde todos los frentes. Culturalmente, con una prestación para una vida digna, y asegurándolos una pensión en condiciones. La política muchas veces son señales. Y el Gobierno del Estado ha preferido rescatar aventuras empresariales con dinero público antes que a personas. No podemos dejar a toda una generación de gente que ha trabajado dignamente toda su vida en la cuneta, por culpa de empresarios que arriesgan cada vez más con dinero de todos. Es hora de rescatar a las personas. Empezamos por los mayores de 55 años.