A veces no sabes exactamente por qué un huracán se desboca. Hechos y realidades que todo el mundo conoce, pero que a nadie interesa que salgan a la luz, se convierten en portada y foco de discusión. En este caso les ha tocado el turno a los conocidos "becarios" a raíz de unas declaraciones de un chef de renombre. No importan las denuncias que durante muchos años han llevado a cabo a los afectados y los sindicatos. Ahora toca hablar de este tema. Y se debe hacer de la necesidad virtud, aprovechar el momento y poner luz y taquígrafos. Y si podemos, solucionar el tema.

Siempre ha habido becarios. Yo misma lo fui. Mi universidad firmó un convenio con una entidad donde hice prácticas. Allí tuve un tutor con quien, a su lado, aprendí el oficio. Y cuando las acabé, la entidad hizo un informe a la universidad y ésta me dio los créditos para acabar la carrera. Punto. Eso con sus matices, dependiendo de la formación, es ser becario.

De lo que estamos hablando es de falsos becarios. Falsos, porque ocupan puestos de trabajo estructurales en el trabajo y porque forman el grueso de la mano de obra del centro de trabajo

Ahora, sin embargo, de lo que estamos hablando es de falsos becarios. Falsos, porque ocupan puestos de trabajo estructurales en el trabajo y porque forman el grueso de la mano de obra del centro de trabajo. Y porque no tienen ninguna vinculación con ningún centro formativo y no hay ningún tutor que les controle las prácticas. Nuestro mercado laboral tiene hasta dos tipos de contratos legales para resolver situaciones ligadas a personas que empiezan sin mucha experiencia un oficio: el de formación y aprendizaje (para cuándo no tienes titulación) y el de prácticas (para cuándo tienes alguna titulación). Con estos dos tipos de contratos se construye una relación laboral legal, sin subterfugios y sobre todo con garantías. Como bien sitúa la doctrina jurídica, los becarios son figuras ligadas a la formación, nunca sustitutos de un puesto de trabajo. Y seguramente hay que ser cuidadosos en los estadios: cuándo acaba y cuándo empieza la formación, porque ésta no es ni eterna y, sobre todo, está controlada. Los becarios son rentables. Rentables porque les hemos inculcado el virus de que es un lujo trabajar y supuestamente aprender, mientras hacen de mano de obra barata a empresas y restaurantes. Y este hecho es un pez que se muerde la cola. ¿Quién quiere prescindir de ellos cuando el vecino no lo hace? Seguramente haría falta un pacto entre partes para regularizar la situación. Y, sobre todo, que la inspección de trabajo actúe y lo haga con contundencia contra las irregularidades.

Falsos autónomos, falsos cooperativistas... y ahora, falsos becarios. Vivimos en un mercado de trabajo que parece un mercado persa. Que vive del engaño, de las falsas expectativas y que de por buenas afirmaciones como "¡y encima, aprenden!". Como si tuvieran que renunciar a unas relaciones laborales normalizadas y legales. De aquí a trabajar como en la edad media por una casa y comer sólo hay un paso. De hecho, ¿qué esperamos, si el mismo presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, pidió el jueves a un grupo de jóvenes que en temas de mercado laboral se tenía que aprender a "mirar hacia el otro lado"?

Hace pocos días fui a dar una conferencia a jóvenes sobre el mundo del trabajo. Uno de los participantes del público levantó la mano y nos dijo a los ponentes un hecho incontestable: su generación no sabía qué era vivir sin crisis. Para ellos, era un estadio natural. Pues hay que decir muy alto y fuerte que ser explotado por las empresas no es la situación normal, y mucho menos la deseable. Y que la pérdida de derechos y el hecho de vivir peor que la generación anterior es una anomalía. Cada día el peso de las rentas del trabajo pierde posiciones ante el peso de las rentas del capital. Estamos enviando la señal hacia las futuras generaciones de que el desequilibrio es normal. ¿Queremos a una sociedad resignados? De ninguna manera. ¡Jóvenes del mundo, uníos! ¡Becarios del mundo, uníos!