Aunque todo el mundo sabe que el secretario general de la UGT catalana, Josep Maria Álvarez, no es independentista la simple posibilidad de que acceda a la secretaría general de la UGT en el congreso confederal que se celebra este fin de semana en Madrid ha desatado una campaña de descrédito contra el veterano sindicalista que no puede menos que sonrojar a cualquier observador imparcial. Los titulares de los medios de comunicación españoles y muchas de las tertulias radiofónicas y televisivas hacen un retrato de exempleado de La Maquinista Terrestre y Marítima (Gec-Alsthom) que si no fuera por la gravedad del tema y complicado momento político que se vive darían incluso risa por el grado de ignorancia que destilan. No sé si en el futuro Álvarez será independentista o un acérrimo defensor de cerrar a cal y canto la Constitución (cambios háylos en la vida pública) pero lo que hoy se sabe de sus ideas dista mucho de la posición que se le atribuye.

Eso sí: es defensor del derecho a decidir de Catalunya, algo que el trazo grueso del discurso oficial tiende a confundir con un independentista cuando no con un demonio. Y así, se intenta que el congreso de la UGT vaya de eso. A un candidato catalán se le presenta como un independnetista peligroso y a su adversario, el salmantino Miguel Ángel Cilleros el defensor de la Constitución. Como, por cierto, se ha apresurado a declarar Cilleros en la inauguración del congreso. Siempre he creído que los sindicatos tienen por delante una labor titánica de modernización de sus estructuras si realmente quieren ser percibidos como una herramienta útil para los trabajadores y la sociedad. Muchas veces, la burocracia acaba siendo, como en el caso de los partidos, un gran impedimento. Valdría la pena que la UGT reflexionara sobre ello, sobre la precariedad laboral y sobre una legislación que no ha dado respuesta a su principal reto: más empleo para jóvenes. También, sobre los motivos de la baja afiliación sindical en España (alrededor del 15%, una de las más bajas de Europa y muy lejos del 80% de Dinamarca o Finlandia) y la imagen que la sociedad tiene de los sindicatos.

Por lo demás, los delegados de la UGT pueden votar tranquilos y, si como parece, Álvarez es el nuevo secretario general, no habrán votado a un independentista. Por más que los intoxicadores habituales se empeñen en decir lo contrario.