Al final, todo es una cuestión de cultura, como muy bien ha apuntado el ministro de Justicia español en funciones (en funciones él, no su cultura)...

O sea, todos estos venerables ciudadanos (y todas estas venerables ciudadanas) que abrieron empresas en Panamá no lo hicieron para pagar menos impuestos sino porque eran grandes defensores de la multiculturalidad. Muy bonito. Y tierno. Y solidario.

Por lo tanto, en vez de tanto criticar, más agradecimientos a su desinteresada contribución para conservar la ancestral tradición panameña de evadir impuestos y empecemos desde ahora mismo la campaña #salvemoselfraude #ennombredelacultura.

Este memorable punto de vista, sin embargo, expresado por un ministro de Justicia, todavía tiene más mérito. Y, naturalmente, abre las puertas a otros tipos de solidaridades culturales. Yo mismo, como tengo una cultura tributaria diferente a la española, sobre todo en relación al concepto “declaración de la Renta”, no pienso pagar un puto euro más de impuestos. Ojo, que no me estoy negando a tributar. No, no. Es una pura divergencia cultural entre el Estado y yo.

En virtud de este precepto, también mañana mismo empiezo mi carrera como atracador de bancos. ¿Sabe qué pasa? Mi cultura delictiva es diferente a la del código penal. Por lo tanto, voy a empezar a vaciar todas las cajas fuertes de las entidades. Con educación, eso sí. Sin violencia y, como no puede ser de otra manera, explicando con argumentos a los siempre sufridos trabajadores de la banca que el problema es que yo me eduqué en una cultura dónde los billetes no pueden estar encerrados porque eso los ahoga. La mía es una cultura de liberación del dinero para que sea feliz. Y, fíjese qué coincidencia, mi cultura es de acoger el dinero que sale a buscar su felicidad. Una cultura muy solidaria la mía. Vamos, que soy un buen tipo siempre dispuesto a ayudar a los billetes de 500 euros que sufran tristeza.

Y mientras yo procedo, humildemente, a hacer este agotador pero necesario trabajo, y siempre en nombre de la defensa de la cultura propia, espero que el ministro de Justicia español, haga llegar a sus homólogos mundiales la demanda de liberación de todos los terroristas encarcelados. Sí, porque ellos no son unos asesinos sino que tienen una cultura diferente sobre la vida de los otros. Una cultura más bien contraria a que vivan, sí, sin embargo “entender esta distinta realidad forma parte de la diversidad de las relaciones internacionales”.

Y, no se crea, que en esta nueva cultura no estoy solo, no. De momento tengo el apoyo total de otro ministro, el de Industria. Se ve que José Manuel Soria también está construido con estos mimbres morales. Y eso me da mucha fuerza.