El Sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha) ha hecho públicos unos cuantos datos que sirven para cuantificar la corrupción en España.

Cada año se dejan declarar a Hacienda y a la Seguridad Social unos 250.000 millones de euros. Eso significa que la economía sumergida en España supone el 24,6% del PIB (en el conjunto de la UE es del 18.3). La cifra es tan bestia, que, cuándo la he leído, uno de letras como un servidor lo ha entendido tan rápido que durante un rato me pinchaban y no me sacaban sangre. Bien, ni ningún otro fluido.

Otra cifra muy bonita son los 7.000 millones de euros que les salen a los señores (y señoras) de Hacienda de sumar todo lo que ha aparecido relacionado con las principales causas judiciales por corrupción descubiertas desde el año 2000. Pero la cosa mejora si en vez de hacer caso de los números de Hacienda hacemos caso a los de la Universidad de Las Palmas, que dice que son 40 mil millones. Y si nos creemos a Luís Garicano, responsable económico de Ciutadans, la broma son 200 mil millones. Pero no se vaya, que ahora viene lo mejor, lo más divertido: lo que usted y yo acabamos pagando por culpa de esta inmensa estafa social.

Si a toda la cosa le sumamos los impuestos que no se ingresan y las cotizaciones sociales que se dejan de liquidar y dividimos la cifra por los habitantes que ahora mismo tiene España, resulta que cada año gratificamos al Estado con entre 800 y 1.000 euros más de los que nos tocarían para afrontar el agujero que provoca la corrupción y el fraude. ¿Qué, ahora sí que le he dado una alegría que no se lo acaba, verdad?

Pero siga sin marcharse todavía, que todo es susceptible de empeorar. También este jueves, el Ministerio del Interior ha explicado que durante el año 2015 investigaron 1.108 casos de corrupción que significaron la detención de 2.442 personas y que el Servicio contra el Blanqueo de Capitales del Banco de España (Sepblac) abrió en 2014 un total de 4.637 investigaciones que continuaron abiertas durante 2015. Ah, y de regalo le comunico que la Fiscalía Anticorrupción se está mirando con amor y dedicación 340 procedimientos penales. ¿Qué, ahora si que se ha emocionado, verdad?

En momentos como éste es cuando te entran unas ganas terribles de seguir pagando lo que te toca y, sobre todo, empezar a recoger papeles para hacer la declaración de la renta, un regalo de los Dioses que te pone de mala leche tanto si te toca pagar como si te toca cobrar. Si pagas, fastidia. Porque pagar no gusta. Y si cobras, también. Porque quiere decir que te devuelven un dinero que tú les has adelantado de más y que, a pesar de ser tuyo, lo han tenido ellos. Y lo han tenido desde la primera retención de enero del año anterior y hasta el momento que les apetece pagar (en mi caso, la última vez fue el mediodía del 31 de diciembre, minutos antes de acabar el plazo a partir del cual me los tenían que devolver con intereses y 23 meses después de que me empezaran a deber dinero). Bonito.

Pero ya se sabe, la prueba de que eres pobre es que ni siquiera tienes bastante dinero como para poder defraudar y no puedes ni pagarte un experto que haga “ingeniería financiera” con tus ridículos ingresos. Ay señor... qué triste, ¿no cree?