Durante lo que queda de campaña, el Partido Popular tendrá que escuchar de sus adversarios una crítica feroz a la gestión informativa del Gobierno español sobre el atentado de Kabul, perpetrado por los talibanes y en el que han muerto –que sepamos– dos ciudadanos españoles. En menos de quince horas, la versión oficial proporcionada por el Gobierno ha cambiado cinco veces. Veremos si la última es la definitiva, ya que algunos testigos oculares no la dan por buena.

El primero en hablar fue el Ministerio de Asuntos Exteriores, asegurando que un grupo de talibanes suicidas había llevado a cabo un atentado contra la embajada española. Menos de una hora después, el presidente del Gobierno corregía a su ministro y aseguraba que el ataque era contra un edificio colindante a la embajada española, una casa de huéspedes, y que había tan solo un herido, un policía español. Al poco rato, la versión (la tercera) era otra: el policía estaba muerto y Rajoy cancelaba un acto electoral en Murcia.

La cuarta versión llegó en la mañana del sábado: un segundo policía había muerto en el atentado de Kabul, aunque se insistía en que el objetivo no era la embajada. Esta explicación fue mejorada (o no) con el paso de las horas. Con independencia de que el objetivo no fuera la embajada y que no haya sido reivindicado como tal, la acción terrorista sí era contra España, ya que los dos muertos eran españoles.

Era una mínima aproximación a la sexta versión, ésta no oficial sino elaborada con diversos testimonios locales que aseguran que el objetivo era la embajada de España en Kabul. El Gobierno, sin embargo, sigue diciendo que no. ¿Ha habido precipitación del Ejecutivo a la hora de informar? ¿Era necesario hacerlo tan rematadamente mal? ¿O ha sido el miedo electoral el que ha llevado al PP a confundir deseos con realidades?