Las leyes deben obedecerse todas. Siempre y cuando todo el mundo obedezca todas las leyes, siempre y cuando la trampa no esté hecha inmediatamente después de la ley. Siempre y cuando las leyes no sean, cuando se analizan con detalle, una simple estrategia para dominar aún más a los de abajo y encaramar con aún más privilegios a los de arriba. Todo el mundo ama a la justicia, es una bella y antigua idea, no hay que insistir en ello, a condición que la justicia no sea una comedia, una farsa que sirva para mantener en el poder a los de siempre. La democracia moderna permite que se pueda cambiar de régimen sin recurrir a la violencia, permite profundizar en las libertades individuales y colectivas sólo con la fuerza de los votos. Hace posibles las revueltas y también las revoluciones incruentas. Por eso es completamente antidemocrático que los españolistas piensen que el independentismo puede ganar reiteradamente todas las últimas elecciones pero, en realidad, es como si no las hubiera ganado. ¿Los españolistas demócratas ven bien este fenómeno? Es antidemocrático pensar que la mayoría de una sociedad deba someterse a la minoría. Es ingenuo pensar que los ganadores de las elecciones continuarán creyendo en la ley cuando la ley les roba el resultado del mandato popular. Cuando la ley sólo se aplica a los mismos y favorece los otros. Es antidemocrático impedir violentamente que la sociedad decida sobre la independencia de Catalunya a través de un referéndum, una votación tan democrática que España sigue sin querer aceptar de ninguna de las maneras. Seguramente porque según las últimas encuestas el porcentaje que apoya a la independencia ya supera, de manera sostenida en el tiempo, el sesenta por ciento de la sociedad. Y Jiménez Losantos acaba de decir por la radio que la única solución es la represión españolista. Que los independentistas han de darse golpes de cabeza con una pared. Es decir, que España se convierta aún más en una pared, un muro, una prisión, un castigo para los catalanes. “Lo vais a pagar” añadió. A continuación ha hablado muy bien de Vox.

El juez Marchena ayer dejó que unos guardias civiles mostraran públicamente su incompetencia. No consideró que el ridículo ya dura demasiado, no. Se nos presentó un benemérito analista de los correos electrónicos intervenidos a los presos políticos que quizá sí que sabe mucho, que quizás es uno de los siete sabios de Grecia, pero que ignora quién es Marta Rovira. Y que tampoco sabe identificarla de entre las demás Martas Rovira que hay en este mundo traidor, confuso, no muy hospitalario para estos guardias civiles tan frágiles, sensibles, tan confundidos, tan propensos al terror y a dejarse intimidar. Tan poco acostumbrados a la lectura. Basta con oírlos hablar. Precisamente ayer que estalló el conflicto del lazo amarillo en los edificios públicos de la Generalitat me miré atentamente la disposición escénica del juez Marchena. Según la ley española un lazo amarillo viola la neutralidad de un espacio público. En cambio, el juez Marchena puede exhibir cada día su IPad de la compañía Apple en la gran sala de justicia del Tribunal Supremo, mostrando la manzana del pecado ante todo el mundo. Cuando Messi exhibe en una rueda de prensa una publicidad, la marca anunciante paga. Suele pagar mucho. Ya que el comercio mueve el mundo. Por lo tanto, en este pequeño detalle vemos que la ley no es igual para todos. ¿Tiene algún interés inconfesable al juez en no cubrir púdicamente el logo de la marca? ¿Recibe alguna contraprestación por ello? ¿No está violando el espacio público el juez Marchena, la sagrada casa de la justicia? ¿O quizás es su hija o algunos opositores a la carrera fiscal los que se benefician de una promoción especial de la casa Apple? Como nos recuerda la biografía de Alan Turing, la manzana está envenenada. Un poco de atención.