La cita anual del oráculo de Omaha con sus fieles no defraudó, una vez más, el 2 de mayo, aun cuando esta vez el encuentro multitudinario fue virtual a causa de la necesidad de distanciamiento social por la pandemia. "La magia estadounidense siempre ha prevalecido y lo volverá a hacer", predijo. En la reunión, conocida como un "Woodstock para los capitalistas", abordó una cuestión de gran calado: la forma en que las personas harán su trabajo después de las últimas semanas haciéndolo de forma remota. Esa fue su apuesta para el futuro. Lo remoto en el mundo laboral.

La Universidad de Harvard y el Wall Street Journal, entre otros centros neurálgicos de los negocios, tomaron nota rápidamente de la propuesta. Y comentaron: "Estamos viviendo la prueba más pura inimaginable de internet y estamos descubriendo su capacidad de recrear un facsímil de la economía, que continuará incluso después de que los países levanten suavemente los bloqueos por fases".

Quizá por ello, Buffett, tras dar fe de su conversión al trabajo desde la distancia, anunció que su compañía holding Berkshire Hathaway había vendido todas sus participaciones en las aerolíneas estadounidenses. El inversor dijo que la pandemia conducirá a cambios a largo plazo, lo que de entrada ha golpeado a la industria de viajes. Los negocios deben buscar nuevas vías para su continuidad. Él mismo reconoció que había sufrido pérdidas por valor de casi 50.000 millones de dólares en el primer trimestre y, por tanto, añadió que había que bifurcar en algunos aspectos, dado que "el negocio de las aerolíneas ha experimentado un cambio muy importante".

Cuando las amenazas de la Guerra Fría se advierten más cercanas y peligrosas, los americanos reaccionan esta vez como siempre lo han hecho en otros momentos de la historia: levantando un fuerte que les proteja

La misma necesidad, en su caso, de redimensionar la economía norteamericana, apremia a Donald Trump. La Casa Blanca está acelerando una iniciativa para arrancar las cadenas de suministros globales de China. El Departamento de Estado busca mover tanto el abastecimiento como la fabricación fuera del control de Pekín tras su manera de actuar ante el brote de coronavirus, rechazo que comparte Europa.

Trump se ha comprometido a devolver la fabricación a EE.UU. Y cuando las amenazas de la Guerra Fría se advierten más cercanas y peligrosas, los americanos reaccionan esta vez como siempre lo han hecho en otros momentos de la historia: levantando un fuerte que les proteja, como dejaron constancia las películas del oeste y del séptimo de caballería.

Para ello, Washington ofrecerá incentivos fiscales y posibles subsidios de reinstalación de actividades para asegurar de entrada "lo esencial", como la producción de medicamentos. Pero sin olvidar el fondo: China superó a EE.UU. como principal fabricante del mundo en 2010 y fue responsable del 28% de la producción mundial en 2018, según Naciones Unidas. Ese factor multiplica la potencia de su influencia.

El viernes, el mundo tuvo la alegría de levantarse con la llamada a Washington del vice primer ministro chino, Liu He, expresando la voluntad de Pekín de cumplir los compromisos del acuerdo Fase Uno sobre la compra de productos made in USA. Los mercados celebraron la noticia.

El relajamiento de la tensión no quita que ahora mismo EE.UU. está preparando una alianza de "socios de confianza" denominada "Red de Prosperidad Económica" de la que formarán parte aquellos países que operan bajo un mismo conjunto de estándares en todo, desde los negocios digitales y la energía, hasta investigación y comercio. En esa red ya figuran Australia, India, Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Vietnam. Objetivo formal: "Hacer avanzar la economía mundial". Y comentan: "Este momento es una tormenta perfecta. La pandemia ha cristalizado muchas preocupaciones de la gente", dicen, y enumeran: "Sanitarias, económicas, geoestratégicas, entre otras". El trabajo y los negocios, como Europa, entrarán dentro de este gran capítulo.