La revolución contra Maduro hizo que el lema de este año basado en "la globalización 4.0" quedara en pocas horas viejo. El impacto en la Montaña Mágica fue tan intenso que la "construcción de una arquitectura global en la nueva era" dejó paso rápidamente a la necesidad de colocarse a "la defensa del orden internacional". 

La política está ganando la partida a la economía futura. Como confesó Jhon Studzinski, consejero delegado de Pimco (una sociedad que gestiona 1,77 billones de dólares): "Lo que más me preocupa en estos momentos es la recesión geopolítica global". Por si faltara algo, los Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de los países latinoamericanos apoyaron a la multitud que defiende a Guaidó como jefe de estado provisional, frente al respaldo ofrecido por Rusia y China a Maduro.

Una elevada confusión precedía este año el encuentro del World Economic Forum. El fuerte empeoramiento general de las perspectivas de crecimiento mostraba una resistencia activa de cara a dar nuevos pasos hacia más globalización.

De hecho, la misma evolución de la globalización indica que el comercio internacional está claramente perdiendo peso, especialmente en lo que se refiere a bienes y productos, al retroceder desde suponer el 28% del PIB mundial a tan sólo el 22,5%. "Los intercambios de servicios y datos desempeñan algo mucho más importante para vincular la economía mundial", según un informe reciente del grupo McKinsey.

Y añade el informe: "La globalización está en medio de una transformación. La mezcla de países, empresas y trabajadores que pueden ganar en la próxima era está cambiando". Y continúa: "La mano de obra poco cualificada es cada vez menos importante como factor de producción. Sólo alrededor del 18% del comercio mundial de bienes se debe al arbitraje de los costes laborales", que se orienta a favor de los salarios bajos. Todo ello sucede al tiempo que las cadenas de valor son cada vez más regionales y menos globales", por efecto del incremento del consumo interno de países como China.

La política está ganando la partida a la economía futura

La misma visión que se tiene sobre China está girándose. Hace dos años su presidente Xi Jinping expresó un claro apoyo al comercio libre y al multilateralismo. Ahora se habla más de que el Imperio del Centro sigue protegiendo partes muy importantes de su propia economía a través de imponer restricciones al acceso a su mercado mientras absorbe tecnología exterior.

Además, la ralentización de la economía china ―que ha jugado un papel clave en la globalización― se percibe como una señal de que "está condenada a un declive a lo largo en su crecimiento, que no podrá ser contenido con grandes estímulos como en el pasado", afirma el reconocido economista Kenneth Rogoff. "La caída es mucho más fundamental porque afecta a la máquina de la productividad", dañada por el centralismo de las decisiones, el peso de las empresas públicas zombies y el recurso creciente a la deuda.

Otro factor cuestionado de la globalización es que no propicia la inclusión de los trabajadores, lo que reactiva la vieja oposición entre izquierda y derecha. Estos días, el nuevo presidente brasileño Jair Bolsonaro dijo que en América Latina "la izquierda no prevalecerá". El presidente español Pedro Sánchez salió en defensa de las "necesarias" políticas de la izquierda aduciendo la "confianza de las organizaciones internacionales y de los mercados financieros", olvidando quizá que, al mismo tiempo, la patronal CEOE advertía que los presupuestos del 2019 "no son lo que necesita la economía".

Sobre este debate, la encuesta de Eve-of-Davos, que ha sugerido un estado de incertidumbre y pesimismo, indica que sólo una de cada cinco personas cree que el sistema político, económico y social está funcionando para ellos. En medio de la poca confianza, el 75% de los encuestados dicen que confían más en las empresas donde trabajan, en comparación con el 48% que creen en sus gobiernos.