Un ambiente de catastrofismo ha amenazado estos días prenavideños al mundo económico y político. El sobresalto de los 'chalecos amarillos' en Francia, la detención de la alta ejecutiva china Meng Wanzhou en Canadá, las tribulaciones de Theresa May con el Brexit, el enfrentamiento abierto ante el pacto sobre las emigraciones propuesto por la ONU y el atentado islamista en Estrasburgo han dejado una huella de inquietud de cara a las próximas fiestas de Navidad.

Al final, Emmanuel Macron admitió que le había faltado sensibilidad ante las preocupaciones de la gente corriente y prometió corregir su imagen arrogante, acompañando su mea culpa con la promesa de 10.000 millones de euros bajo la forma de aumentar el poder de compra de sus conciudadanos a partir de enero del 2019. 

Las protestas de los gilets jaunes (chalecos amarillos) surgieron el 17 de noviembre, cuando casi 300.000 manifestantes salieron a la calle para protestar por el aumento del impuesto sobre la gasolina y el diésel dentro de la transición ecológica que debía seguir Francia. La revuelta ―que ha tenido rasgos populistas― ha llegado a poner en peligro el futuro del modelo de economía y de la democracia gala.

Según sondeos, el 59% de los franceses no encontraron convincente la intervención del presidente, pero les ha gustado que se eliminen los impuestos sobre las horas extraordinarias. De manera que si el apoyo al movimiento callejero y de redes sociales se ha debilitado por debajo del 50%, nadie asegura que se haya cerrado la crisis de los gilets jaunes.

La guerra fría comercial cada vez ofrece nuevas señales de avanzar en líneas de riesgo creciente

Otra historia que ha tenido una gran resonancia fue la detención en Canadá de Meng Wanzhou, directora financiera del poderoso grupo tecnológico Huawei, por ser sospechosa de violar las sanciones americanas contra Irán.

El grupo chino, que es el primer proveedor mundial de redes de telecomunicaciones y número dos de los fabricantes de smartphones, suscita desconfianza por su proximidad con el gobierno chino. Esa cercanía comenzó con el fundador de la compañía y padre de Meng, Ren Zhengfei, que montó a lo largo de 10 años la red de telecomunicaciones del ejército chino. Desde Pekín se argumenta que Washington trata de frenar el avance tecnológico del país, del que Huawei es un símbolo, especialmente en la 5G y el internet de las cosas.

En Europa hay sospechas de que Huawei utilice sus redes para el espionaje de sus empresas, al igual que en EE.UU. El histórico operador británico BT anunció la semana pasada que ponía fin a la colaboración del grupo sobre equipamientos para las 4G. En Francia y Alemania siguen de cerca su trayectoria, mientras Australia y Nueva Zelanda han cerrado sus puertas al grupo chino.

En Canadá, un juez ha dejado en libertad condicional a Meng, mientras Donald Trump señaló a Reuters su disposición a intervenir en el caso si las negociaciones comerciales daban muestras de progresar. 

En cualquier caso, Pekín ya ha reaccionado reteniendo a dos ciudadanos canadienses mientras en EE.UU. la cadena hotelera Marriott ha sido objeto de una operación de hackers que ha sustraído datos de 500 clientes, entre ellos información bancaria y de relaciones personales y profesionales. Las sospechas recaen en la Oficina de Seguridad china. No obstante, China se ha mostrado estos días dispuesta a importar soja americana y a modular sus avances tecnológicos. Son, de momento, los últimos datos de la guerra fría comercial, que cada vez ofrece nuevas señales de avanzar en líneas de riesgo creciente.