Después de que la selección inglesa quedara apartada de la final del Mundial de fútbol, el futuro del Brexit se juega ahora en el campo del distrito financiero y de la Bolsa de Londres. La cosa tampoco pinta bien para sus jugadores, ya sean bancos o inversores. E incluso la propia seleccionadora, Theresa May, puede saltar por los aires en el forcejeo.

Estos días, la primera ministra ha debido afrontar una crisis muy grave a raíz de la dimisión de su ministro de Exteriores, Boris Johnson, que se ha ido del gabinete acompañado de David Davis, a su vez encargado de negociar el abandono del Reino Unido de la Unión Europea. Su salida ha puesto alas a la posibilidad de presentar una moción de censura contra ella. Basta con que 18 diputados tory (sobre 316) lo reclamen oficialmente. La premier ha visto retroceder el apoyo popular desde el 55% que gozaba en 2017 al 29% de hoy. Si ésta pierde el voto de confianza, el partido presentará dos candidatos a su sucesión.

Ante la inminencia del peligro ―con Donald Trump diciendo en Bruselas que no estaba seguro de que el reciente enfoque fuera lo que Gran Bretaña votó en el referéndum de 2016―, la señora May publicó el jueves un nuevo plan de relaciones con la Unión Europea, indicando en el Libro Blanco que su posición había "evolucionado".

El cambio más importante está relacionado con el porvenir de la City, donde la reacción de rechazo a su propuesta ha sido inmediata.

"El libro blanco de Brexit de hoy es un duro golpe para el sector de servicios profesionales relacionados y financieros del Reino Unido", dijo Catherine McGuinness, líder política de la City de Londres.

El sistema financiero británico podría perder la confianza de sus clientes de la noche a la mañana

Inga Beale, jefa del Lloyds de Londres, afirmó que la firma que dirige se va a apresurar a abrir una filial en Bruselas, como así lo harán otros bancos, aseguradoras y firmas de servicios financieros, dado que el plan oficial es "muy decepcionante".

La City of London Corporation, que gobierna el distrito financiero de Londres, dijo que la elección del principio de equivalencia adoptada en el Libro Blanco supone que la UE puede evaluar si las normas y regulaciones británicas cumplen con sus estándares, pero pueden retirar su aprobación en muy poco tiempo. Así, el sistema financiero británico podría perder la confianza de sus clientes de la noche a la mañana.

El mundo de la finanza londinense esperaba, por el contrario, que la UE aceptara el principio de reconocimiento mutuo, con lo que se da por bueno automáticamente lo aprobado desde la otra parte, y lo que permite a su vez el acceso sin trabas al bloque comunitario.

La decepción ha sido tremenda, ya que el los servicios financieros son un sector clave de la economía británica. Representan cerca del 10% del PIB del país y 2 millones de empleos. Un paso en falso podría hacer perder cerca de 500.000 puestos de trabajo, sin contar las inversiones anuladas y el frenazo que sufriría la primera fuente de ingresos fiscales del Tesoro británico.

La City ya tiene competidores en el mundo deseosos de ocupar su plaza. París y Frankfurt querrían acoger parte de la diáspora europea. Pero es Singapur la que suena como gran alternativa global.

El impetuoso Boris Johnson soltó un exabrupto cuando escuchó las pegas del empresariado a un Brexit hard, duro: "Fucking business", dijo. No quiere, añadió, un "estatuto de colonia". La cuestión es que no sólo se trata de tirar estatuas sino también de conservar las joyas de la Corona.