Tampoco debe ser una sorpresa que la cumbre de partidos catalanes celebrada este viernes en el Palau de la Generalitat haya sido un fiasco. De los siete grupos con representación parlamentaria, tres no acudieron: Ciudadanos, PP y la CUP; los cuatro presentes, Junts per Catalunya, Esquerra, PSC y los comunes, tienen posiciones políticas tan alejadas que es imposible el más mínimo acuerdo; presos y exiliados estaban tan presentes que los socialistas, coartífices de su situación, sostenían como podían la posición; y, para rematarlo todo, de la boca de los dirigentes del PSC en la sala no salió ningún compromiso de que no se volvería a producir otro 155.

Con estos mimbres, la reunión estaba condenada al fracaso y eso es lo que pasó. Otra cosa es que como nadie quiere asumir estas situaciones, por no quedar mal ante la opinión pública, los asistentes se arman de valor, comparecen ante los medios de comunicación, dan cuatro explicaciones y hacen ruegos por la celebración de nuevas reuniones. Y es que el diálogo en Catalunya, en la actual situación política, tiene sus límites. ¿Cómo se dialoga de tú a tú cuando la situación no es en igualdad de condiciones? Un diálogo real, que dé frutos. No una charla de café en la que se repiten argumentos ya manidos por parte de todos los asistentes.

La mayoría independentista tiene su frontera en un acuerdo para celebrar un referéndum acordado con el Estado y cualquier retroceso por encima de esta línea roja es, al menos formalmente, inasumible. Los comunes ya están de acuerdo en este esquema pero carecen de fuerza para imponerlo en Madrid y están dispuestos a esperar indefinidamente a que una coyuntura política lo permita. Los socialistas limitan con un nuevo Estatut y una reforma de la Constitución que es, por ahora, su propuesta/coraza, como lo fue tiempo atrás la España federal. Una reforma de la Constitución para la que no se vislumbra en el horizonte una mayoría en las Cortes, donde se oponen PP y Ciudadanos. Políticamente inviable, aritméticamente imposible.

Este es el cuadro real de la política catalana y española en estos momentos. Y es que los presos y exiliados han creado una barrera insalvable, al menos, hoy por hoy. Eso sí, la reunión fue educada, lejos de los insultos que regularmente se oyen en el Parlament. El partido del no lo vio desde la barrera, mientras radios y televisiones explicaban que su líder, Inés Arrimadas, había inaugurado la víspera en Málaga la campaña andaluza de Ciudadanos en ausencia de un lesionado Albert Rivera. ¿Hablando de qué? De Catalunya, claro está.