Cuarenta y ocho horas antes de iniciarse la sesión de investidura de Mariano Rajoy como candidato a la presidencia del Gobierno, el presidente en funciones y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, han presentado en sociedad el catálogo de propuestas acordadas para que el partido naranja preste sus 32 escaños al Partido Popular. Mariano Rajoy llega así a los 169 escaños que sumados al de Coalición Canaria alcanza los 170 parlamentarios. Una cifra insuficiente, ya que no llega a los 176 en que se encuentra la mayoría absoluta y tampoco ningún grupo ha decidido situarse en la abstención en segunda votación, con lo que los noes serán, si no hay sorpresas, los de 180 diputados. Estamos, por tanto, ante una investidura políticamente tan fallida como la de Pedro Sánchez el pasado mes de marzo en que alcanzó 132 votos favorables.

Pero si aritméticamente los números son los que son, otra cosa es lo que han cocinado PP y Ciudadanos para cerrar estos acuerdos. Es ahí donde cobra especial importancia el pacto alcanzado para laminar el modelo de inmersión lingüística vigente en Catalunya. La propuesta de un modelo educativo trilingüe en las comunidades autónomas con dos lenguas oficiales es un simple señuelo. ¿Quién puede estar en contra de que los escolares tengan un buen dominio del inglés? Máxime cuando el déficit en idiomas extranjeros es alto en España comparado con la gran mayoría de países europeos.

Lo que se persigue con el acuerdo entre PP y Ciudadanos es situar en primera línea de la batalla política el tema de la lengua y el envite contra el catalán. Mucho más teniendo en cuenta que éste es el gran objetivo político de la formación naranja desde su fundación y que este domingo 28 de agosto han estampado su firma en algo que durante la campaña electoral juraron y perjuraron que no harían: convertir en presidente a Mariano Rajoy. A falta de un acuerdo razonable en la lucha contra la corrupción y la regeneración política, se resalta el pacto en los aspectos más existencialistas como son la unidad de España y el quebrantamiento de la preeminencia del catalán en la educación.

Mucho humo para tan poco resultado. El acuerdo de investidura no está en el camino de investir a nadie y el papel firmado contra la inmersión tampoco acabará con ella. Es cierto que pueden ponerse de acuerdo, como ahora han hecho, dos partidos políticos importantes pero la educación de los escolares en Catalunya se decide y se legisla en el Parlament de Catalunya, no en el Congreso de los Diputados.