Aquí algunos presos políticos quieren ser Nelson Mandela. Pero sin ser negros. Esto ya no les gusta tanto. Quiero decir que se imaginan que pueden liderar un movimiento político masivo, el movimiento independentista, de ciudadanos marginados por su condición nacional, pero sin tener ninguna de las características políticas del líder sudafricano. No quieren ser Mandela con todas las consecuencias, a las duras y a las maduras, esto ya no les gusta, pasar años y más años de prisión, enfrentarse dignamente a la injusticia, sacrificarlo absolutamente todo por la causa. De Mandela sólo quieren un poquito de nada, la parte del éxito posterior, las camisas de colores, según como convenga y para salir en la foto. No quieren ser Mandela para resistir años y más años en la cárcel, ni para conseguir la libertad de su pueblo, sólo para poder salir de la trena tan pronto como puedan y poder presentarse en las reuniones de la politiquería con cara de héroes y poder decir, hinchando el pecho: “verás, es que yo soy el Mandela catalán”.

Para ser Nelson Mandela, primeramente, lo que no deberían hacer es sonreír en las fotos del encarcelamiento. Hay una gran diferencia entre las fotos del líder negro encarcelado y las fotos del Mandela libre y políticamente decisivo, hay que saber cuando tienes que sonreír y cuando tienes que cerrar la boca. Después deberían haber participado de la lucha armada, haberse jugado la vida violentamente y haberla tomado a sus enemigos políticos, como cuando fundó y dirigió el Umkhonto we Sizwe o “hierro de lanza de la nación”, el MK, que emprendió una política de sabotajes contra el poder que querían combatir. Además Nelson Mandela fue un líder incuestionado, admirado, venerado por los suyos y luego incluso por sus enemigos, lo que no podemos decir de ninguno de los presos políticos catalanes, que ni son respetados fuera del independentismo ni gozan de un entusiasmo popular compacto ni unitario. Mandela estuvo veintisiete años en prisión, entró en ella joven y salió viejo. Mandela apostó por la reconciliación con los blancos una vez conseguido su objetivo político, acabar con el apartheid, y no antes. Mandela no participó, desde la cárcel, para consolidar candidatos blancos a la presidencia de Sudáfrica, no hizo política de partido desde su celda ni se arrodilló jamás ante sus carceleros. Por propia voluntad, se comprende. Mandela fue el líder indiscutido de un movimiento ya que sus compañeros le otorgaron esa condición. No porque él lo dijera de sí mismo mirándose al espejo como un bobo presumido.

Es lamentable que Jordi Sánchez haga manifestaciones cada vez más equivocadas. Una: “no hay derecho en descalificar nuestra opinión política pensando que está condicionada por el hecho de estar en la cárcel”. Si debiéramos creerle podríamos llegar a pensar que es un superhombre, el único político que no está condicionado por los cerrojos y cerraduras, cuando está cautivo. Cualquier persona está condicionada por su entorno y de ello no se escapa nadie, como bien explica Jordi de Sant Jordi en su poema Desert d’amics, de béns e de senyor. El gran poeta estuvo efectivamente encarcelado y tampoco era negro, pero era moro, el moro amigo del rey. Jordi Sánchez tampoco hace bien diciendo que el periodista Andreu Barnils miente haciendo su trabajo. De hecho, Barnils no hace más que decir la verdad cuando explica que algunos presos políticos trabajan para obtener un indulto del gobierno español y que esta estrategia distorsiona la estrategia de los partidos. Si tenemos que conseguir la independencia para que los señoritos de la política ataquen a la prensa libre y cuestionen la credibilidad de personas honradas como Andreu Barnils, francamente, es que alguien todavía no ha entendido de qué va esto de la independencia. No se trata de arriar una bandera para desplegar otra. Al contrario, de lo que se trata es de construir un país nuevo, sin blancos ni negros, sólo con ciudadanos. Humanamente tengo todo el corazón, y el hígado, y todas las lágrimas con los presos políticos, injustamente encarcelados. De hecho, tengo incluso a un amigo personal entre ellos, sufro por él y por sus compañeros y haría cualquier cosa para ayudar a liberarlos. Ahora bien, y dicho esto, si el chantaje moral de los presos políticos debe servir para impedir la independencia de Catalunya, entonces, lamentándolo muchísimo, ya pueden arrojar la llave al río.