Empujándonos y empujándonos hasta lanzarnos al mar. Echarnos de nuestro país, destruirnos como sociedad, ahogarnos de una puñetera vez. El proyecto que el españolismo tiene para Catalunya es el mismo de siempre, ahora tal vez a través de otros medios, pero siempre como punto de referencia el estado nación francés, apoteosis del centralismo y del genocidio cultural, del genocidio del que es diferente. Con crema de leche y buen vino, eso sí, pero genocidio cultural en definitiva. España quiere ser Francia pero Catalunya no le deja, que se jodan. Y he aquí que el poder político español, cuando puede, se decide a gobernar contra una parte de España, la de los catalanes, deslealmente contra la letra y el espíritu de la Constitución Española, contra la igualdad ante la ley, contra el derecho a sufragio activo y pasivo, cuenta la libertad, contra el respeto y preservación de las minorías nacionales. Contra su riqueza cultural. España nunca ha valorado demasiado su patrimonio cultural, siempre se ha dejado expoliar, nunca ha sido un país de lectores ni de consumidores culturales. Hoy tampoco.

Dicen que pintura de Miró es un bien cultural que todo el mundo quiere preservar, como la de Dalí, como la gótica catalana, como la arquitectura de Gaudí, como el modernismo de Barcelona, pero cuando llegamos a la lengua catalana entonces no, entonces ya no. La lengua catalana no les interesa, porque piensan que lo mejor que podría pasarle a España es que el catalán fuera borrado del mapa o reducido a la mínima expresión. Cuando se contempla el mapa lingüístico de la España actual se constata que donde no existe un protagonismo determinante del catalanismo político la lengua catalana tiene graves problemas de pervivencia. Allí donde el catalanismo político no es votado masivamente, el proyecto cultural para la lengua catalana es exactamente el mismo que el que Francia ha aplicado en la Catalunya Nord. La muerte. Como si la muerte de una lengua de diez millones de hablantes nos aportara algún beneficio. Y allí donde el catalanismo político no existe se ha establecido una nueva sociedad provinciana, sobrevenida, colonial, amainada, marginal, económicamente derrotada. Fíjense en Perpiñán, que fue la segunda ciudad de Catalunya, la más dinámica y rica, la culturalmente más determinante de la nación después de Barcelona. Véanla ahora. No sólo han salido perdiendo los catalanes del norte, también los franceses.

Primero hemos tenido que aceptar que cualquier persona anticatalana, como por ejemplo la hija del policía, Inés Arrimadas, sólo por el hecho de que vivía en Catalunya, fuera considerada catalana de pleno derecho. Sí, era catalana, de acuerdo, pero ahora se ve que ya no lo es, porque eso de ser catalán para ellos es tan poca cosa, que es como una camiseta que te pones o te sacas según te convenga. No pasa nada, que diga lo que quiera, si es catalana, pues ella sabrá. Y luego empiezan a inventarse que la lengua española es tan catalana como la catalana, que en Catalunya siempre se ha hablado el castellano, contra cualquier evidencia histórica, científica y de sentido común. Como si Catalunya no hubiera sido hasta la Guerra Civil una sociedad monolingüe en catalán. Como si no viéramos que lo que pretenden es sustituir el catalán por el castellano, con la excusa de que tanto una lengua como la otra son perfectamente catalanas. Como si los chinos mandarines o los tamazig que viven entre nosotros no tuvieran el mismo derecho de decir que el chino o el tamazig también forman parte de la lengua y la cultura catalanas. Por favor.

En España si no estamos dispuestos a pagar y a callar, lo mejor que podríamos hacer, nos dicen, es marcharnos

Y claro, hemos llegado al punto al que se tenía que llegar, fatal y engañosamente. Cuando hay personas que piensan que los catalanes que viven completamente al margen de la cultura y la lengua catalanas son tan-tan-tan catalanes como los demás, entonces, viene el descabello. Los catalanes que no hablan catalán, los catalanes que no votan opciones catalanistas, son los auténticos catalanes. Sí, hombre, fíjate bien. Son los que obedecen las leyes, los constitucionales, los demócratas, los ciudadanos admirables, un compendio de bondades. Si los independentistas estamos tan-tan-tan mal dentro de España, ¿por qué no hacemos el puñetero favor de largarnos? ¿Por qué no nos vamos al exilio, por qué no le vamos a hacer compañía a Carles el Atrevido, a Carles el Grande a Bélgica? En España si no estamos dispuestos a pagar y a callar, lo mejor que podríamos hacer, nos dicen, es marcharnos. Nos lo dicen por nuestro bien, ¿eh? Si algo más de la mitad de los habitantes de Catalunya se largara habría mucho más espacio para ellos. Todo sería mucho más apacible y agradable. Y sobre todo ya tendrían lo que quieren, que no son las pinturas de Miró ni el modernismo de Barcelona. Se quedarían con la fabulosa riqueza de Catalunya, más del 22% del PIB español, volverían a hacer lo mismo que hicieron en América, en Filipinas, en Portugal, en Holanda, en Bélgica, en Italia. Sin darse cuenta, grandísimos cretinos, que es la gente, toda la gente de Catalunya, la gente que trabaja, que innova, que convive y que habla catalán, sea o no sea su lengua materna, que esta gente es la única y formidable riqueza de Catalunya.