La unidad de los políticos independentistas, por ahora, sólo se produce en dos lugares. En el exilio y en los patios de las cárceles. Sobre todo en el patio de las cárceles. Ahí, en la desgracia, en la derrota, ahí sí que se quieren y sí que los políticos van juntos como buenos hermanos. No hubo más solidaridad ni más amistad entre políticos vascos y catalanes que cuando el presidente Companys y el lehendakari Aguirre emprendieron juntos el camino del exilio. No ha habido más entendimiento entre Oriol Junqueras y Raül Romeva que cuando los han encarcelado. Normalmente a los políticos les molesta ir juntos porque compiten entre ellos, porque su prioridad vital es el poder y no otra cosa, no seamos ingenuos. Sólo aceptan las relaciones entre ellos si son jerárquicas, difícilmente toleran las relaciones de igualdad. Porque lo quieren todo para el pueblo pero siempre sin el pueblo, un pueblo que siempre les molesta excepto cuando toca reclamarle el voto. Y el problema que ahora tienen todos los partidos políticos independentistas es que el pueblo ya no acepta dejarse representar por algunas personas que, en realidad, no le representan lealmente. La revolución de las sonrisas no sólo supone la independencia de Catalunya, también significa encender una nueva llama. Eso quiere decir la renovación completa de la clase política catalana en su conjunto. El independentismo social, en general, ha dejado de confiar en los políticos independentistas. No hay diferencias sustanciales entre ERC, JXCat y la CUP, excepto las que imaginan los aparatos de propaganda partidista.

Algunos políticos, prisioneros de la represión española, quizás están escarmentados, arrepentidos, derrotados. Pero el pueblo no. El independentismo social no ha retrocedido ni se ha diluido, como mucho se ha sentido decepcionado de sus representantes políticos, y se siente desconcertado. Y disconforme. El primero de octubre es el triunfo de la política, la de verdad, el triunfo de la política popular y el fracaso de los tejemanejes de los partidos, el fracaso de la política partidista y la victoria de la política de unidad nacional popular, la que sabe lo que quiere para el común. Las instituciones emanan del pueblo. La policía, la administración de justicia, el Gobierno, cualquier institución está legitimada sólo si sirve al pueblo. Y hemos llegado a un punto en el que las instituciones quieren manipular, gobernar, tiranizar al pueblo y el pueblo se ha dado cuenta y ya no traga. El primero de octubre fue el triunfo del pueblo que decidió que quería votar y consiguió votar masivamente, contra todo pronóstico. Han pasado dos años desde entonces y ya no necesitamos excusas de mal pagador. Sólo el pueblo salva al pueblo, dijo en septiembre de 2017 Oriol Junqueras. Qué vergüenza me dan hoy los políticos y qué orgullo siento por el pueblo de Catalunya. Dueño de su destino, como podremos ver claramente durante las próximas semanas. El pueblo en marcha. Que evitará, si puede, ser maltratar otra vez y que no se siente derrotado en modo alguno.