Dicho sea tratándole de usted, sin familiaridades y con el debido respeto, presidente Mas, pero francamente, cállese de una vez. Guárdese algo para sí mismo, tápese la boca, deje algo en el tintero, permanezca en silencio. Le he defendido muchísimas veces desde esta columna sin haberle que votado nunca, le he admirado durante años por haber tenido los arrestos de escuchar al pueblo y de pasarse al independentismo, por haber buscado una salida digna a los suyos cuando, un buen día, Jordi Pujol acabó con el pujolismo él solito, por haber sabido devolver a la presidencia de la Generalitat el poder político que necesitaba la nación. Pero un buen presidente lo es también cuando continúa respetando el cargo después de haber abandonado la presidencia, un buen presidente es quien no sólo ha hecho todo lo que ha podido durante su administración sino también aquel que deja que sus sucesores hagan también lo que puedan. Excepto en ocasiones de emergencia nacional, como es hoy el caso del presidente Obama cuando se ha levantado públicamente frente a la ignominia y la estupidez del presidente Trump, todos los buenos ex presidentes del mundo democrático se meten dignísimamente la lengua en el culo y son solidarios, leales, con sus sucesores. Los buenos ex presidentes se callan como momias egipcias, incluso bajo tortura no abren boca como los mejores agentes secretos.

Acaba de manifestarse abiertamente en contra de Carles Puigdemont y de Quim Torra cuando ha dicho que prefería un Gobierno de Sánchez a un Gobierno del PP y Ciudadanos. O lo que es lo mismo, que no está de acuerdo con la decisión del presidente Torra de retirar el apoyo parlamentario a los socialistas, de dejar de colaborar con los que, con una sonrisa en la boca, continúan con la represión y persecución del independentismo político. Usted también sonreía mucho, lo recuerdo perfectamente, fue una sonrisa permanente en Madrid, la sonrisa de la gente de orden que, con las mejores maneras, buscaba una salida civilizada al conflicto catalán. Ya ha podido ver de qué han servido, a la postre, tantas risas, tanto deformarse la boca, tanto frotar el esmalte de los dientes con el cepillito de las mejores intenciones. Tanto pedir unidad dentro del independentismo cuando era el jefe de filas de Convergència, tanto hablar como hablaba de unidad de acción del separatismo y, héte aquí, que ha acabado dándole la razón a José María Aznar, que antes se rompería Catalunya que España. De hecho, hoy usted está participando, con sus palabras, en la santa alianza contra la política resistente de Carles el Grande, en la santa alianza que va de Vox a la CUP, pasando por los socialistas y por miembros de los partidos soberanistas. Usted parte del todos contra Puigdemont. Si se sentía locuaz, presidente Mas, por poner un ejemplo, podía haber explicado por qué, después de haberle intentado arruinar personalmente a través de la persecución judicial, se quedó transformado en una admirable estatua de sal, no precisamente bíblica. Si tenía el día hablador, verdad, tal vez hubiera sido mejor que hablara de la gestión de los dineros que hizo su delegado Germà Gordó, el único independentista que tiene a su mujer en el Consejo General del Poder Judicial, en Madrid. Hoy, presidente Mas, he sentido mucha vergüenza por usted y ya que usted no se ha ruborizado al manifestarse contra la política de nuestro Gobierno legítimo, permítame que me ruborice en su lugar. Alguien debe tener un poquito de amor propio y de respeto por la alta institución que representa, una alta institución que le remunera todavía hoy a fin de mes, le tiene el coche oficial puesto ante la puerta y le mantiene la oficina personal .

No, no es mejor un Gobierno del PSOE-Podemos que un Gobierno del PP-Ciudadanos, sencillamente porque son lo mismo. No, no tiene ningún derecho a contradecir públicamente y en privado, como hace meses que viene llevando a cabo, la estrategia que procede de Bruselas. El independentismo no forma parte ni puede formar parte del régimen político de 1978 porque sencillamente ha nacido contra este régimen. No tenemos a tanta gente en la cárcel y en el exilio, no hemos sufrido y sufrimos la represión, no hemos llegado hasta aquí para que ahora usted se quiera montar una pastelería con Miquel Iceta. Y le prevengo: es de buen yantar.