Excepto para mi pareja, ni soy el más hermoso ni el más cuerdo ni el más brillante de los columnistas de la catalana prensa, no nos entusiasmamos ahora con lo que oímos decir en casa. Pero lo que sí soy, objetivamente, es el primero de los analistas que fue llamado, ante un juez, por delito de odio, a enfrentarme a tres años y medio de prisión. Por escribir un artículo. El primer periodista y, afortunadamente, creo que el único por ahora. De modo que sé perfectamente que, en esta polémica, en esta controversia política, todo el mundo no juega con las mismas cartas. En un país europeo homologable al nuestro, todo el mundo puede decir las cosas más sensatas del mundo o, en cambio, resbalar y hacer referencia a las tetas más grandes, a cualquier otra imbecilidad. El problema es que las declaraciones del diputado Josep Lluís Salvadó son, en realidad, una conversación privada que incautó la policía española y que hizo pública para el público escarnio. El problema es que aquí, en esta España tan estupenda, los agresores falangistas del Centro cultural Blanquerna están en la calle mientras que hay raperos encarcelados o exiliados solo para ejercer el derecho a la expresión libre, eso es lo que hay. Aquí, en este país, cuando los siniestros Alejandro Fernández del PP o Salvador Illa del PSOE señalan a alguien con el dedo, puede que después vengan otros a empapelar a ese alguien. A encarcelarlo. A, digámoslo, a destruirle la vida. Aquí la represión y la persecución políticas solo son del bando del españolismo. Aquí los únicos ojos que revientan en las manifestaciones son exclusivamente de un único bando. Aquí el debate político no es libre.

Aquí la prensa, en su inmensa mayoría tampoco es libre. Salvo algunos casos muy raros como el que dirige el señor José Antich, donde la libertad de expresión es sólida y marca de la casa, la mayor parte de los medios de comunicación están controlados por bancos u oscuros grupos de intereses. Por personas que viven para manipular las ideas y las conciencias de los demás. Aquí la prensa no es libre como en Estados Unidos, donde un diario acabó con la ignominiosa presidencia de Richard Nixon. Aquí no es como en Reino Unido donde The Guardian se enfrentó al magnate Rupert Murdoch y lo derrotó. Aquí no tenemos ningún Robin Hood que robe a los ricos para regalar a los pobres. Ni dinero ni tampoco noticias, porque no tenemos ningun Robin Hood de la prensa. Aquí hay periodistas que cobran como banqueros y periodistas que vamos con una mano delante y otra detrás. Aquí idealismos los mínimos y épicas bien poquitas, porque si tenemos que criticar, en general, a la infame clase de los políticos catalanes, con mayor motivo, debemos censurar la de nuestros periodistas indígenas, a menudo con incestuosas relaciones con la política. Periodistas a los que, encima, nadie ha votado y que hacen y deshacen, que lucen como sabios de medio de comunicación en medio de comunicación.

Aquí hemos visto cómo el presidente Quim Torra ha sido linchado mediáticamente desde el primer minuto del mandato que le otorgó el Parlament de Catalunya. Acusándole falsamente de nazi sólo por defender la lengua catalana. Criminalizándolo por activista y por mal profesional de la política, como si los otros presidentes de la Generalitat fueran líderes para tirar cohetes. Fue muy lamentable que la habitual frivolidad del grandísimo Quico Sallés, asalariado de Jaume Roures, precisamente en un programa televisivo de Jaume Roures, dijera que gobernar es muy difícil, y que se necesitan profesionales de la política y no gente como Quim Torra. Quico Sallés es una persona adorable pero no le inviten nunca a hablar de lo que no sabe. Fue muy lamentable porque, curiosamente, la gente, el pueblo, está muy cansada de los profesionales de la política. Y, en cambio, valora enormemente a los activistas, a las personas que, como Quim Torra realizaron jornadas laborales de dieciséis horas diarias para ayudarnos durante los peores momentos de la pandemia. Estamos muy hartos de los profesionales de la política, de los Montilla, por ejemplo, que ahora es un experto en gas. O de los Mas, que ha puesto la mano a los independentistas para que les pagaran las multas y, una vez pagadas, se han desentendido del independentismo. Yo mismo he escrito que Quim Torra es un “cagalló de seminari” y lo he criticado como a cualquier otro político, pero a lo que no me he apuntado nunca es la criminalización de los líderes independentistas que luchan cada día contra la represión, la persecución, la difamación y la muerte social. Que hagan lo que hagan pueden enfrentarse a la cárcel si en Madrid tienen ganas. La prensa seria, la de verdad, tiene que distinguir lo que es crítica legítima y lo que no lo es. La prensa seria debe saber diferenciarse siempre de lo que pueda parecer una versión de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas.