Antes de que estallara el escándalo de la pederastia y los curas católicos, imagino que la mayoría de nosotros podíamos suponer que algo pasaba o podía pasar —o había pasado— amparado en el secretismo de la Iglesia. Lo que no imaginábamos el común de los mortales es que fuera tanta la maldad ni las víctimas tan numerosas. Lo mismo podemos decir del rey emérito de España, que podíamos pensar mal de él, porque somos republicanos y mala gente, pero no habíamos imaginado que las comisiones económicas fueran tantas, ni tanta la poco edificante biografía venérea del monarca, todo ello siempre cubierto por la confidencialidad. Han ido pasando los años, las nuevas tecnologías se han ido imponiendo y podemos decir que hoy vivimos una época donde la información corre con mayor velocidad y, por ahora, sin demasiado control. No había pasado nunca. Se han desvanecido algunos enigmas. Hemos dejado de suponer que había cosas en nuestra sociedad que no funcionaban para saber cada vez mejor que realmente no funcionaban. Lo mismo se puede decir en el caso de la judicatura. Vivimos en una sociedad que tiene muchos defectos y muchas cosas que se deben mejorar, pero en cambio, sólo tenemos jueces admirables, todos perfectamente honrados, lo hemos visto claramente en la sentencia de la Manada, tan bien acogida por el conjunto de la nuestra sociedad. Criticar a un juez puede costarte muy caro y por lo tanto se impone el susurro, el secretismo y el misticismo de las togas negras, la respetabilidad de unas personas medio disfrazadas de sacerdotes de la balanza y de la rectitud profesional.

A diferencia de Estados Unidos donde hay jueces encausados y condenados por narcotráfico, en España no hay ninguno, ni uno, en España los jueces sólo son separados de sus responsabilidades por motivos políticos o por venganzas políticas como fueron los casos de Baltasar Garzón, Elpidio José Silva o Santiago Vidal. La independencia judicial no se cuestiona públicamente mucho pero lo cierto es que, gracias al malhechor José Manuel Villarejo, hemos oído una grabación en la que Dolores Delgado, actualmente ministra de Justicia y notaria mayor del Reino, escuchaba hace tiempo, muy divertida, que existía una red de prostitución dedicada a conseguir voluntades políticas y sentenciaba: “éxito asegurado” en lugar de correr a denunciarlo. Parece que reciba la noticia como la cosa más normal del mundo, como si el universo de la delincuencia y el de los jueces y policías fuera más incestuoso de lo que quisiéramos creer.

Antes de que estallara el escándalo de la pederastia y los curas católicos, imagino que la mayoría de nosotros podíamos suponer que algo pasaba o podía pasar —o había pasado— amparado en el secretismo de la Iglesia. Lo que no imaginábamos el común de los mortales es que fuera tanta la maldad ni las víctimas tan numerosas. Lo mismo podemos decir del rey emérito de España, que podíamos pensar mal de él, porque somos republicanos y mala gente, pero no habíamos imaginado que las comisiones económicas fueran tantas, ni tanta la poco edificante biografía venérea del monarca, todo ello siempre cubierto por la confidencialidad. Han ido pasando los años, las nuevas tecnologías se han ido imponiendo y podemos decir que hoy vivimos una época donde la información corre con mayor velocidad y, por ahora, sin demasiado control. No había pasado nunca. Se han desvanecido algunos enigmas. Hemos dejado de suponer que había cosas en nuestra sociedad que no funcionaban para saber cada vez mejor que realmente no funcionaban. Lo mismo se puede decir en el caso de la judicatura. Vivimos en una sociedad que tiene muchos defectos y muchas cosas que se deben mejorar, pero en cambio, sólo tenemos jueces admirables, todos perfectamente honrados, lo hemos visto claramente en la sentencia de la Manada, tan bien acogida por el conjunto de la nuestra sociedad. Criticar a un juez puede costarte muy caro y por lo tanto se impone el susurro, el secretismo y el misticismo de las togas negras, la respetabilidad de unas personas medio disfrazadas de sacerdotes de la balanza y de la rectitud profesional.

A diferencia de Estados Unidos donde hay jueces encausados y condenados por narcotráfico, en España no hay ninguno, ni uno, en España los jueces sólo son separados de sus responsabilidades por motivos políticos o por venganzas políticas como fueron los casos de Baltasar Garzón, Lluís Pascual Estevill, Elpidio José Silva o Santiago Vidal. La independencia judicial no se cuestiona públicamente mucho pero lo cierto es que, gracias al malhechor José Manuel Villarejo, hemos oído una grabación en la que Dolores Delgado, actualmente ministra de Justicia y notaria mayor del Reino, escuchaba hace tiempo, muy divertida, que existía una red de prostitución dedicada a conseguir voluntades políticas y sentenciaba: “éxito asegurado” en lugar de correr a denunciarlo. Parece que reciba la noticia como la cosa más normal del mundo, como si el universo de la delincuencia y el de los jueces y policías fuera más incestuoso de lo que quisiéramos creer.

En Catalunya los jueces estrella continúan haciendo su admirable trabajo. Hemos podido ver al Muy Honorable Mas justificando la compra de unos ordenadores ya que la acusación popular de Vox pretende que los pague de su bolsillo. Y hemos sabido que el famoso juez de Cornellà, Antonio Baños López, el mismo juez que intentó hacerme pasar tres años y medio en prisión por escribir un artículo, ahora quiere interrogar a la antigua cúpula de los Mossos de la Escuadra, por no haber evitado la votación de más de dos millones de personas. No se interroga a ningún guardia civil ni policía nacional por apalear a los contribuyentes, ni se piden explicaciones a los políticos que actuaron contra las decisiones del Parlament de Catalunya. Y es que la justicia es independiente. Y cada vez empezamos a tdntener más claro de qué realmente es independiente.

En Catalunya los jueces estrella continúan haciendo su admirable trabajo. Hemos podido ver al Muy Honorable Mas justificando la compra de unos ordenadores ya que la acusación popular de Vox pretende que los pague de su bolsillo. Y hemos sabido que el famoso juez de Cornellà, Antonio Baños López, el mismo juez que intentó hacerme pasar tres años y medio en prisión por escribir un artículo, ahora quiere interrogar a la antigua cúpula de los Mossos de la Escuadra, por no haber evitado la votación de más de dos millones de personas. No se interroga a ningún guardia civil ni policía nacional por apalear a los contribuyentes, ni se piden explicaciones a los políticos que actuaron contra las decisiones del Parlament de Catalunya. Y es que la justicia es independiente. Y cada vez empezamos a tener más claro de qué realmente es independiente.