Hace pocas horas, la premio Nobel de la Paz, Jody Williams, el ángel exterminador de las minas antipersona, se preguntó sarcásticamente si se puede llamar justicia a la farsa que se está escenificando en el palacio del Tribunal Supremo, en el convento de las Salesas Reales, o convento de la Visitación de Nuestra Señora la Virgen Santísima. La gran dama americana, ángel humanitario, se mostró escandalizada por la instrumentalización política de la justicia española, por la persecución teatralizada contra los presos políticos, porque no sabe muy bien dónde está, no sabe que el palacio de Justicia es territorio radiactivo, apestado o nacional de España. Que vaya con cuidado. Dicen que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen y precisamente el régimen delincuente del general Franco organizó una gran misa —los golpistas son muy de misa— en la iglesia del Tribunal Supremo o iglesia de Santa Bárbara, que parece ser que es una advocación que va de maravilla cuando truena. El próximo sábado día 20 de abril se cumplirán exactamente ochenta años que Franco fue ungido como caudillo de España por el cardenal primado, Isidro Gomá y veinte obispos más, como si fuera un rey, bajo palio, como si fuera la hostia. La simbólica celebración se realizaba al día siguiente del gran desfile de la Victoria de 1939, por eso el Generalísimo entregó allí su espada, como habían hecho antiguamente los soberanos de Castilla, la espada con la que había conseguido la victoria sobre los infieles. El festorro eclesiástico fue de aúpa y no faltó de nada, con Te Deum y pontifical, y participaron varias celebridades estelares, como las reliquias de Don Pelayo, el Gran Capitán, don Juan de Austria o el Cristo de Lepanto, traído expresamente desde la Barcelona apenas conquistada. No debemos olvidar que la santa cruzada de Franco se originó también para luchar en contra de Catalunya. Es como si el tiempo no hubiera pasado, señora Jody Williams. El fantasma de Franco es la gran mina antipersonal enterrada permanentemente en las instituciones españolas, imposible de desactivar porque está al pie mismo de la bandera.

La sesión del juicio de ayer continuó negando las evidencias, querida señora Williams, de acuerdo con el mismo principio ilegal con el que fusilaron al presidente Lluís Companys. Le acusaron de rebelión militar; la astucia es muy vieja y sobada. Ellos, los militares rebeldes, ellos, los auténticos golpistas, acusaron precisamente de golpista a Lluís Companys y le asesinaron simulando que administraban justicia. Ahora ya no asesinan a nadie porque no pueden, porque no quieren ser señalados con el dedo, pero acusan de golpismo precisamente a las víctimas del golpe contra la Generalitat de Catalunya. Suspenden los derechos fundamentales a los representantes políticos del independentismo como escarmiento, escarnio. Las víctimas de la violencia son acusadas de violencia, el hombre que perdió un ojo es acusado de enfrentarse a la policía, así va la cosa. Algún agente del orden reconoce, como ayer, que la violencia policial fue tan fuerte que recibió palos de sus propios compañeros, pero no es muy habitual que la verdad sea tenida en cuenta. No, señora Williams. Así estamos, ya ve.