No hay que esperar al barómetro del CIS que saldrá el martes para darnos cuenta de que la única fórmula de gobierno que se plantea para después del 10-N es una coalición PSOE-PP, si no es que termina siendo PP-PSOE, que conllevará enormes convulsiones no sólo en Catalunya sino en todo el territorio español.

Seguramente el Congreso registrará una mayoría de izquierdas, pero Pedro Sánchez ya la ha descartado por pensamiento, palabra, obra y omisión. Como si lo tuviera prohibido por quien manda de verdad en España. La gran coalición es el gran deseo del deep state español mientras las derechas no sumen mayoría. No dejan de decirlo los representantes empresariales y los columnistas más cercanos al establishment.

Esta evidencia marcará tanto la campaña de aquí al 10 de noviembre que, en la medida en que cuaje entre el electorado de izquierdas, puede acelerar la tendencia a la baja del PSOE, con lo que el sorpasso del PP parece difícil pero no imposible. Lo más paradójico es que el principal obstáculo del PP para superar el PSOE es la subida de Vox que señalan todos los sondeos. Faltan para los comicios apenas dos semanas, que, políticamente hablando, son una eternidad.

La única fórmula de gobierno que se plantea para después del 10-N es un pacto PSOE-PP vestido de emergencia nacional que con el pretexto de Catalunya y de la crisis económica extenderá los disturbios por todo el territorio español

Pedro Sánchez no quiso o no pudo pactar con Unidas Podemos en la anterior legislatura porque no estaba dispuesto o no estaba autorizado a hacer el giro a la izquierda que le pedía al electorado, ni tampoco se veía capaz de sobrevivir gracias al apoyo o como mínimo la no beligerancia de ERC. La apuesta era, en contra de lo que reclamaban las bases socialistas el 28 de abril, buscar el acuerdo con Ciudadanos, pero Albert Rivera, el invento del Ibex35 para estabilizar el mapa político, salió rana, y ahora la opción ya no es posible porque no sumarán. Nadie se puede imaginar que un Estado en crisis esté en condiciones de repetir unas terceras elecciones, así que, como siempre con el pretexto de Catalunya, socialistas y populares se envolverán con la bandera y establecerán un pacto de "emergencia nacional". No tendrán más remedio.

Sin embargo, un pacto de estas características requerirá justificaciones excepcionales, por lo tanto, exagerarán la necesidad de reforzar el Estado en relación con Catalunya y tomarán medidas legislativas y / o constitucionales que enconarán el conflicto político. Pero no tendrán suficiente. Deberán añadir razones económicas urgentes. La Comisión Europea acaba de amonestar seriamente a España, incluso con documentos escritos que no son habituales, por el aumento del gasto y el riesgo de incumplir los compromisos de deuda. Esto significa que el próximo Gobierno tendrá que hacer recortes que, ya de entrada, se cifran en 6.600 millones de euros. Dado que las perspectivas globales anuncian una nueva recesión, las políticas obedientes con Berlín y Bruselas requerirán ajustes y sacrificios aún más severos que inexorablemente tendrán respuesta en la calle.

Este panorama sólo hace pensar en una nueva tormenta perfecta. Represión política en Catalunya y represión económica en el conjunto del Estado. Los containers de basura quemarán en Barcelona, pero también en Sevilla, en València y en Madrid. Será la última batalla del régimen del 78 por sobrevivir.