El debate de investidura se ha desarrollado más o menos como estaba previsto y, se mire como se mire, la elección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, aunque no levanta grandes expectativas ni genera entusiasmos, sí ha contribuido a trasladar la política española de la histeria a la serenidad. Después vendrá lo que vendrá, pero hoy la sensación es que la sociedad española en general se siente más aliviada que ayer, pese a los pirómanos de la caverna. Lo más trascendente del debate de investidura, lo que ha marcado una inflexión, es el cambio definitivo de la ubicación política de la monarquía. Cuando la extrema derecha y la ultra ultra derecha, como dijo Pablo Iglesias, se apropian de la figura del Rey, el monarca tiene un problema y un problema grave de supervivencia política.

A partir de ahora Felipe VI no podrá ir por el mundo proclamando que España es "una democracia madura, sólida y fuerte" como dijo en el Foro de Davos a riesgo de que le recuerden que en España ya sólo gritan "¡Viva el Rey!" los mismos que antes gritaban "¡Viva Franco!". Y se ha llegado a este punto porque el mismo jefe del Estado ha querido que sea así siguiendo una estrategia a la defensiva contraria a sus propios intereses.

Felipe VI hizo el discurso del 3 de octubre pensando probablemente que identificando la monarquía con la unidad de España taparía los escándalos que afectaban a la familia y que forzaron un relevo exprés y casi clandestino en la Corona. Sin embargo, apoyando el "¡a por ellos!", el monarca se ubicaba inmediatamente en un bando, dando por perdidos a los republicanos catalanes, pero sin tener en cuenta la diferencia entre la opinión pública española y la opinión publicada, que es más españolista que verdaderamente española. No todos los españoles ni mucho menos apoyaban ni apoyan el "¡a por ellos!".

Felipe VI necesita desmarcarse del tripartito de la derecha, porque si abanderando la figura del Rey la derecha consigue derribar el primer Gobierno de coalición de izquierdas bajo la dinastía borbónica, lo que vendrá después será una cuenta atrás, más larga o más corta, pero inexorable hacia la tercera república

El monarca no parece muy bien asesorado cuando insiste en sus discursos intentando agradar y asegurarse el apoyo de las fuerzas más reaccionarias del Estado. El mensaje principal en el discurso de la Pascua Militar resulta dudosamente democrático cuando proclama "el compromiso del Ejército con España y la Constitución". ¡Por este orden! Separando los dos conceptos y poniendo uno por delante del otro, cualquier militar puede considerar, como ya han afirmado algunos inspiradores, que ha llegado la hora de intervenir.

Los reyes no son elegidos, pero basan su legitimidad en un consenso social fuera de duda. Cuando un rey deja de ser estimado por una parte de los ciudadanos, cuando deja de ser una figura indiscutible, sólo puede permanecer en el cargo por la fuerza o sometiéndose a la voluntad popular democráticamente expresada. Y no parece que el referéndum monarquía / república vaya a formar parte de la agenda del nuevo Gobierno.

Ahora bien, ha comenzado una legislatura muy difícil para el Gobierno PSOE-Unidas-Podemos, un gobierno legítimo que el bloque de la derecha ha decidido boicotear sistemáticamente desde el Parlamento y desde las instituciones del Estado que dominan. Y están decididos a hacerlo abanderando la figura del Rey. Si Felipe VI no es capaz de desmarcarse y desautorizarlos y las fuerzas reaccionarias del Estado consiguen derribar el primer Gobierno de coalición de izquierdas bajo la dinastía borbónica, lo que vendrá después será una cuenta atrás, más larga o más corta, pero inexorable hacia la tercera república.