Presentar a los exiliados y a los presos a las elecciones es una manera de reivindicarlos dentro y fuera del país. Que luego no puedan ejercer -aunque todo está por ver- servirá para poner en evidencia la injusticia que sufren ellos y las deficiencias del sistema democrático que deja miles de personas sin el representante que querían. Sin duda, la denuncia de la situación formará parte de la tarea que deberán llevar a cabo el resto de candidatos elegidos en las listas soberanistas, pero no será la única. A los Parlamentos se va a hacer política o no se, como ha decidido ahora la CUP a pesar de tener unas expectativas electorales al alza.

Presentar a los exiliados y a los presos a las elecciones es una manera de reivindicarlos

Hacer política significa hacerse valer, o mejor dicho, hacer valer la fuerza democrática de los votantes y, en estas circunstancias a Gabriel Rufián, a Laura Borràs y al resto de diputados soberanistas que resulten elegidos el 28 de abril se les viene encima un trabajo apasionante y trascendental. España, el Estado Español,  hace años que no funciona y el bloqueo político que ha sufrido se debe a factores diversos pero en buena parte al conflicto con Catalunya que ha dificultado la articulación de mayorías parlamentarias estables. Así que en la medida en que los votos soberanistas sean determinantes, las Cortes tendrán el incentivo de buscar una solución que permita a España salir del callejón sin salida en que se encuentra.

El soberanismo sería sin duda determinante si lograra aglutinar mayorías políticas en todas las instituciones. El ciclo que comienza el 28 de abril con tres elecciones seguidas era una oportunidad de oro para proclamar a continuación la victoria en las elecciones generales, en las europeas y el control del 90% de los municipios, incluidas las cuatro capitales. Eso sí que forzaría al Estado a negociar, pero antes habría sido necesaria la unidad de lo que se ha llamado el movimiento soberanista y quizás ya va siendo hora de reconocer que no existe un movimiento soberanista como tal. En todo caso, no está articulado. Hay soberanistas, más soberanistas que nunca, pero no forman un movimiento político. Hay partidos que se llaman independentistas, pero ninguno de ellos ha formulado una estrategia clara ni siquiera conocerme cuáles son sus objetivos a corto, medio y largo plazo.

Hace ya casi un año, uno de los presos, respondiendo a una carta mía, me hizo llegar un escrito donde lamentaba que "la táctica se había comido la estrategia" y me recordaba una frase de Sunt-Tzu en El arte de la guerra: "La estrategia sin táctica es un camino lento hacia la victoria, pero la táctica sin estrategia es el camino más rápido hacia la derrota". He comenzando diciendo que presentar los presos y los exiliados en las elecciones puede tener repercusiones positivas -siempre que puedan cantar victoria- pero la sensación es que todo ha sido un gran improvisación fruto de la falta de liderazgos y de la escasez de cuadros. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras han demostrado capacidad para imponer su autoridad, pero malversan las energías en disputarse el liderazgo de una hegemonía que no han conseguido todavía.

Y para hacer las candidaturas, Junts per Catalunya ha tenido que sacrificar a las dos conselleras con más peso político-mediático del Govern de la Generalitat. Huelga decir que lo han hecho porque tanto Elsa Artadi como Laura Borràs son los mejores reclamos electorales con que cuenta JXCat, pero ... al precio de desnudar el Govern? Le da JXcat más importancia a las candidaturas al Congreso y al Ayuntamiento de Barcelona que a la estabilidad del propio Govern? El Gobierno será todo el autonómico que se quiera, pero sigue siendo el principal instrumento que tiene el soberanismo para hacer política y para ganar la imprescindible confianza de la gente. O es que acaso creen que la tienen garantizada?