De las manifestaciones multitudinarias que se han celebrado en Barcelona por diversos motivos, la que tendrá más trascendencia europea, y muy especialmente en Alemania, será sin duda la de hoy. Y después de la marcha que comienza en la plaza España, quedará más claro que nunca el liderazgo político de Carles Puigdemont, la única persona que, hoy por hoy, está en condiciones de decidir hacia dónde dirige Catalunya. Qué hay que hacer y cómo. Y esto no es una opinión, es la conclusión a la que se llega al comprobar fácilmente que no hay otra alternativa.

La manifestación de hoy no es por la soberanía ni por la independencia de Catalunya. Es, tal como figura en las pancartas, "Por la democracia y la cohesión social" y "Por los derechos y las libertades" y entre las organizaciones convocantes las hay que no son ideológicamente independentistas, como CCOO y UGT o los comuns. Pero seguramente habrá más de cien y más de mil manifestantes que gritarán además de "Os queremos en casa", "Puigdemont, president". Y no por razones partidistas, sino porque la evolución de los acontecimientos han convertido al 130º president en el símbolo de la resistencia ante la ofensiva represora del Estado.

No serán pocas ni pocos los que querrán que las voces de apoyo al president exiliado lleguen hasta Schleswig-Holstein. Y volverá a pasar lo mismo que el 27 de octubre. El clamor por una investidura de Puigdemont ya no tendrá freno. El 130 president tendrá hoy lo que podríamos llamar una "investidura popular" con gran celebración. Reivindicada por la CUP, por la Assemblea Nacional Catalana, por los CDR y por algunos diputados de Junts per Catalunya, cualquier propuesta alternativa sería denunciada como un paso atrás y no tendría el apoyo de la mayoría en el Parlament.

Tendremos que estar atentos a lo que diga el president esta noche en TV3, pero a riesgo de equivocarme con pocas horas de antelación, aseguraría que nos encontraremos a un president dispuesto a continuar ejerciendo su liderazgo sin dar ni un paso atrás. Y no porque sea una persona ambiciosa, sino porque es lo que le toca y, de hecho, porque tampoco tiene más remedio.

La evolución de los acontecimientos han convertido al 130º president en el símbolo de la resistencia ante la ofensiva represora del Estado

La nueva situación jurídica en la que se encuentra Puigdemont le permite, de momento, delegar su voto en el Parlament y aparcar el debate sobre si el president debe renunciar al escaño para facilitar la investidura de alguien que no sea ​​él. No lo iba a hacer y no lo hará nunca, porque sería tanto como aceptar las imposiciones españolas y renunciar a la investidura para siempre. Además, pendiente de extradición, no parece el momento más adecuado para traspasar su liderazgo, que es lo que está trasladando a la opinión pública y publicada europea que lo que enfrenta Catalunya con España es un conflicto esencialmente político.

Teniendo en cuenta los plazos y las posibilidades de recurso, es probable que no haya decisión firme de los tribunales alemanes antes del 22 de mayo, la fecha límite para investir president y evitar nuevas elecciones. Sin embargo, si finalmente, Carles Puigdemont no es extraditado, tampoco renunciará a nada, dado que su liderazgo en el exilio es y será el principal instrumento para internacionalizar el conflicto. Y en caso de que fuera extraditado antes del 22 de mayo, tampoco renunciaría a nada, primero porque no haría ninguna falta y segundo porque al presidente del Parlament, Roger Torrent, le faltaría tiempo para organizar una investidura exprés como se ha hecho antes con Jordi Sánchez y Jordi Turull para acumular razones de cara a los tribunales internacionales.

Lo que sí puede hacer el president Puigdemont antes del 22 de mayo es designar un "president interino" para que se haga cargo de la Generalitat mientras se modifican todas las leyes y reglamentos necesarios para legalizar la investidura telemática del propio Puigdemont. Eso evitaría la repetición de elecciones, que es un escenario que parece que no quiera nadie, pero que cada día está más cerca. Esto, a fin de cuentas, sólo será viable si el propio Puigdemont convence a la CUP de que al menos dos de sus diputados voten favorablemente la candidatura del "president interino". Sólo Puigdemont tiene suficiente autoridad moral para hacerlo y para conseguirlo.