El partido con más contradicciones entre su ideario y su política es sin duda el PSOE y en Catalunya el PSC. La derecha española asusta por su ADN autoritario y franquista, pero todo el mundo sabe que quiere y que hará. En cambio, la táctica del PSOE ha consistido en ganar votos por la izquierda y aplicar sistemáticamente políticas favorables al status quo dominante. Es una estrategia pensada para mantener contentos a los poderes fácticos y eternizarse en el poder. Hay que decir que este tipo de trilerismo político le ha dado buenos resultados, si lo medimos en cuotas de poder político y económico. Las posiciones públicas de Felipe González lo dejan lo bastante claro y su actividad profesional, asesorando a los negocios de milmillonarios globales como Carlos Slim, son un ejemplo paradigmático de las ganas que tienen de defender a la clase obrera.

Se dice de izquierdas, pero fue el PSOE el abanderado de la izquierda europea que inició las políticas privatizadoras y desreguladoras, copiando a Margaret Thatcher. Ahora, el Gobierno más progresista de la historia es incapaz de aumentar el salario mínimo y de limitar los precios de los alquileres

El PSOE se dice republicano y es el principal apoyo de la monarquía borbónica. Un apoyo incondicional y cómplice. Se dice de izquierdas, pero fue el PSOE, el abanderado de la izquierda europea, el que inició las políticas privatizadoras y desreguladoras, copiando a Margaret Thatcher. Ahora, el Gobierno más progresista de la historia es incapaz de aumentar el salario mínimo y de limitar los precios de los alquileres. En Catalunya, el PSC habla de reencuentro, aplaudiendo la represión y la persecución sistemática de los independentistas. Por poner un ejemplo lo más sangrante: su estrella parlamentaria, Eva Granados, evita el himno nacional y, a diferencia de otros compañeros de su partido, ha sido incapaz de visitar a su excompañera de trabajo Dolors Bassa -coincidieron en la UGT- en prisión. Algunos nos hacíamos ilusiones con los indultos de los presos. Parece mentira que seamos tan bobos.

Este estilo de política tacticista no está ausente de riesgos, que suelen acabar pagando justos por pecadores. El PSOE, como en su día hizo Mitterrand en Francia, ha visto en la irrupción de la extrema derecha una ventaja que hay que explotar. Cuanto más se divide se divide y radicaliza la derecha, mejor. Ha sido el PSOE quien más ha contribuido a ceder protagonismo a Vox. Por una parte, resta apoyos al PP -que difícilmente podrá volver a ganar unas elecciones si no es sumando mayoría con Vox- y por otra facilita el discurso socialista, situándose como dique de contención de los neofranquistas. Las maniobras para forzar a Ciudadanos a cambiar de bando acabarán dinamitando el partido de Inés Arrimadas, que ya se encuentra en plena liquidación, en un festival de transfuguismo que comenzó con Lorena Roldán en Catalunya, continúa con los tres que se han vendido en Murcia y continuará inexorablemente allí donde los electos de C's tengan como prioridad la supervivencia laboral.

Con lo cual, la única alternativa al PSOE será -no ahora, pero en un futuro no necesariamente lejano- una mayoría de PP y Vox. Y siendo como son estos dos partidos aliados naturales, pero también rivales, no hace falta decir que la estrategia del PP será radicalizarse por la derecha. La primera gran batalla serán las elecciones de Madrid donde Ayuso y Abascal tienen todas las de ganar. Y después vendrán las elecciones generales anticipadas por interés de Pedro Sánchez. Todo sitúa de nuevo la política española en una confrontación de bloques permanente. Cuando el país necesita recuperarse de la pandemia y de sus consecuencias sociales y económicas, la crispación será el pan de cada día. Los pactos de Estado, la renovación del Poder Judicial... todo queda empantanado.

Volvemos a las dos Españas enfrentadas, pero sin los factores moderadores que intervinieron en la transición del 78, Euskadi y Catalunya. Hubo un momento en que España decidió prescindir de Catalunya y desde entonces no salen adelante

Mal asunto cuando, en vez de líderes, los destinos de un país los imponen lectores de encuestas como Iván Redondo o Miguel Ángel Rodríguez. Volvemos, pues, a las dos Españas enfrentadas, pero sin los factores moderadores que intervinieron en la transición del 78, en parte Euskadi y sobre todo Catalunya. Ahora queda más claro que nunca que la Catalunya del PSC de Reventós, Obiols, Serra y Margall; y la Convergència y Unió de Jordi Pujol y Miquel Roca fueron los auténticos artífices de la estabilidad política española. Hubo un momento en que España decidió prescindir de Catalunya -la recentralización y la reacción con el Estatut- y desde entonces no salen adelante.