Ada Colau repetirá sí o sí como alcaldesa de Barcelona porque tiene los apoyos necesarios y porque no existe aritméticamente hablando una opción alternativa. Si no es alcaldesa, ¿qué sería de Colau? Pues alcaldesa. No hay que darle más vueltas. Y, efectivamente, esto es y será una enorme putada ―lo siento, no he encontrado un sinónimo mejor― para Ernest Maragall, que ha obtenido una laboriosa victoria y no se merece este mal trago. Pero es lo que hay. La aritmética es una ciencia exacta. Por mucho teatro que hagan de aquí al 15 de junio, Colau será alcaldesa y, por mal que sepa, Maragall no será alcalde. Lo que aún está por decidir es si Colau será alcaldesa con los votos del PSC y Ciudadanos o con los votos de ERC y Junts per Catalunya. Y han sido los socialistas, más experimentados, quienes se han dado cuenta de que con este dilema lo que está en juego no es sólo Barcelona, sino el poder municipal en toda Catalunya.

El acuerdo del PSC con los Comunes con el apoyo de Ciudadanos aseguraría al PSC además de cogobernar Barcelona, recuperar la presidencia de la Diputación, que todo el mundo sabe qué importancia histórica ha tenido para el PSC. También, garantizarse prácticamente la alcaldía de Tarragona, a pesar de la pérdida de apoyos que ha sufrido el alcalde Ballesteros tras gobernar con Ciutadans y PP y cubrirse de gloria con los Juegos del Mediterráneo. Hay, además, una larga lista de municipios importantes donde el PSC corre el riesgo de no gobernar si no logra el apoyo de Comunes, como son, entre otros, Sabadell, Sant Feliu de Llobregat, Sant Just Desvern, Parets del Vallès o Malgrat de Mar, por poner sólo unos ejemplos.

Si ERC supera el trance de Barcelona, el acuerdo con los Comunes le supondría la mitad del gobierno de la capital, la Diputación, la alcaldía de Tarragona...

En cambio, si ERC es capaz de superar el trance de Barcelona y en vez de hacerse mala sangre aplica estrictos criterios de poder territorial como hacen los socialistas, el acuerdo con los Comunes supondría para los republicanos la mitad del gobierno de la capital catalana, la Diputación y sus superávits, la alcaldía de Tarragona, y, probablemente, las de los 85 municipios donde ha ganado sin mayoría absoluta. No sólo eso. Si la estrategia de ERC tiene como objetivo continuar ganando terreno en los feudos socialistas, estará en condiciones de desplazar al PSC y gobernar con los Comunes en ciudades tan emblemáticas como El Prat, Sant Feliu de Llobregat, Montcada i Reixac, Pallejà o Parets del Vallès.

Huelga decir que desde el punto de vista del conflicto político entre Catalunya y España, será todo muy distinto si el soberanismo gobierna las cuatro capitales, las cuatro diputaciones y la inmensa mayoría de municipios, que si las ciudades más importantes son gobernadas por los socialistas con el apoyo de Comunes y Ciudadanos. Ahora bien, para que el soberanismo consiga la hegemonía territorial será necesaria la contribución de Junts per Catalunya y ahora mismo no está nada claro cuál es su estrategia. Si ERC se decidiera finalmente a aceptar Colau como alcaldesa y entrar en el gobierno de la ciudad para luego trasladar el pacto al resto del territorio, a JxCat le tocaría dar su apoyo a Colau tan gratuito como ha prometido Manuel Valls, precisamente con el fin de evitar que el pacto se haga con PSC y Ciudadanos. Se supone que al partido de Carles Puigdemont, que siempre ha apostado por la unidad soberanista, también le interesan los pactos en todo el territorio que tiñan de amarillo pueblos, ciudades y diputaciones. Al fin y al cabo, el dilema es si los soberanistas llevan los Comunes a su terreno o los entregan definitivamente a los socialistas.