Nos fuimos de vacaciones saturados de malas noticias y al volver nos encontramos el país y el planeta en peores condiciones, y la cruda realidad es que nadie sabe todavía cómo vamos a salir de tantas crisis que se nos acumulan. Suerte tienen los que aún no han perdido la fe, porque ayuda a no perder la esperanza. "No vale la pena comparar los sufrimientos de este tiempo con la gloria que se nos ha de revelar" (Romanos 8:18).

Así que, para ser sincero, comentar la realidad política, social o económica ahora mismo es un ejercicio más propio de las ciencias ocultas, porque los científicos de verdad no están seguros de nada, los políticos no saben qué hacer y los periodistas estamos cerca de convertir el periodismo en una práctica esotérica, a base de competir con astrólogos y adivinos, generalmente al servicio del poder.

Así, como el que avisa no es traidor, comprenderé perfectamente que llegado a este punto el lector no continúe leyendo. Si continúa, sepa que lo que viene ahora es sólo a título de inventario.

Es bastante probable que la inhabilitación del presidenteTorra lo haga saltar todo otro vez y nos encontremos en el más insólito de los escenarios vividos

Para empezar a animarnos, resulta que Donald Trump se va recuperando en las encuestas a base de aplaudir a los simpatizantes del Ku Klux Klan, lo que quiere decir que Trump es un problema pero no el problema. El problema es que a muchos americanos ya les está bien que los policías blancos maten a los ciudadanos negros y no les parece nada bien que encima los negros protesten. Algunos autores estadounidenses ya temen que una nueva victoria de Trump desemboque en una guerra civil entre blancos y negros.

Europa sigue deshilachándose incapaz de gestionar la crisis más grave desde que se autoengañó llamándose Unión Europea. Trump es un tipo egoísta e inmoral que quiere quedarse con las vacunas sólo para los ciudadanos de su país, pero para los ciudadanos de cualquier estado. En Europa, en cambio, los estados compiten entre sí para acumular y no compartir los medicamentos, las mascarillas, las jeringas... ¡e incluso los turistas! Con estos precedentes, la tragedia vendrá cuando lleguen las vacunas.

En España, lo peor no es esa sensación de que todo está podrido empezando por la punta del iceberg, sino la pérdida de la vergüenza de tantos prohombres que se empeñan en ocultar los problemas y malversar la credibilidad que les quedaba proclamando día sí y día también vivas al Rey y a Martín Villa, y amenazando a cualquiera que pretenda plantear seriamente alguna alternativa a la gangrena.

En Catalunya sí hay mucha gente avergonzada e indignada -no es una opinión, lo reflejan las encuestas-, primero porque la represión política es cada día más despiadada. Continúan las persecuciones y el ensañamiento. Los presos políticos catalanes -otros no- han tenido que sufrir buena parte del confinamiento encerrados en la celda 22 horas al día. Sin embargo, los representantes que debían llevar el país a la tierra prometida han decidido ponerse todo tipo de obstáculos unos a otros para llegar los primeros a no se sabe dónde. Unos pretenden ensanchar la base rebajando planteamientos hasta volver loca a la brújula y otros quieren ser tan puros y valientes que estrechan la base hasta ser pocos y malavenidos.

Y analizando los últimos acontecimientos todo hace pensar que la efervescencia de las fuerzas independentistas crecerá en los próximos meses hasta límites insospechados. La ruptura del PDeCAT con el partido que lidera Carles Puigdemont parece un favor que le ha hecho David Bonvehí al considerado presidente legítimo, porque el sucesor de Artur Mas ya no sabía qué más hacer para quitarse de encima la herencia de la Convergencia pujolista.

Si Torra es inhabilitado, Pere Aragonès tendrá que gestionar en situación precaria el peor momento de la crisis económica y santiaria que todo el mundo ve venir para el otoño

Puigdemont plantea una "confrontación inteligente" con el Estado y su equipo de estrategas ya hace tiempo que vienen diciendo que esto sólo se puede hacer haciendo tabla rasa con el pasado convergente. A su juicio, no hay ninguna duda de que la ofensiva del Estado sería liquidar Junts per Catalunya implicando a sus líderes -con razón o sin ella- como colaboradores necesarios en los casos de presunta corrupción aún vivos que afectan a antiguos cuadros de CDC, caso Pujol, el 3% y lo que te rondaré morena. "No podemos facilitar los ataques de los adversarios", comentaba uno de los recién incorporados a la dirección del partido puigdemontista. Ya veremos cómo acaba la batalla de las siglas y el flujo de militantes. Con todo, la gran batalla sigue y seguirá siendo entre ERC y el partido de Puigdemont, se llame como se llame.

Esquerra tiene a su favor el apoyo mediático o, mejor dicho, la casi unanimidad mediática contra Puigdemont, que prácticamente sólo podrá contar con las redes sociales para hacerse oír, pero de aquí a las elecciones todavía asistiremos a eventos que alterarán constantemente el escenario. Y no me refiero al curso que tome la pandemia, que probablemente será determinante, pero quiero centrarme en lo que depende estrictamente de las decisiones políticas.

Es bastante probable que la inhabilitación del presidente Torra lo haga saltar todo otro vez y nos encontremos en el más insólito de los escenarios vividos hasta ahora. Torra ha hecho una crisis de Govern para alargar una legislatura que hace siete meses ya "no tenía recorrido político" y ha dejado claro que cuando el Tribunal Supremo lo inhabilite el Parlament no debería elegir a otro president. El motivo es que el independentismo sólo puede ganar batallas -y las va ganando- en los tribunales europeos y en los medios internacionales. Así que Torra no perderá la oportunidad de poner en evidencia ante el mundo que, una vez más, que el presidente de los catalanes, democráticamente elegido, es derribado de su cargo, esta vez por haber colgado una pancarta que pedía libertad. Y eso después de una sentencia condenatoria en un procedimiento cargado de irregularidades, como es, sin ir más lejos, el hecho de que miembros de la Junta Electoral fueran militantes políticos adversarios. Será un nuevo escándalo que, por supuesto, alimentará el prestigio democrático que va acumulando la Marca España y aumentará el flujo de asuntos catalanes en los tribunales internacionales. Pero la cosa no acaba aquí.

Si Torra es inhabilitado, él podrá rechazar la sentencia, quedarse sentado en su despacho de Palau o en el Parlament hasta que le desalojen a la fuerza y apelar de nuevo a la justicia europea. Pero quien no tendrá más remedio que asumir la presidencia, si no está dispuesto a desobedecer o a renunciar a su cargo, será el vicepresidente Pere Aragonès, que como número dos del Govern le corresponde sustituir interinamente al presidente inhabilitado.

Les faltará tiempo a sus adversarios electorales a reprocharle que llega a la jefatura del Govern por voluntad y designio del Tribunal Supremo. ¿Y por cuánto tiempo será presidente? ¡Uf! No está del todo claro. De acuerdo con el Estatut y la ley del Govern, el presidente del Parlament, Roger Torrent, tendrá 10 días para encargar a algún diputado capaz de reunir mayoría presentarse a la investidura. Nadie estará en condiciones de hacerlo por falta de voluntad y por falta de mayoría, y hasta que no haya un primer discurso de investidura no se pone en marcha el reloj de los dos meses para que las elecciones queden automáticamente convocadas. La situación sería de bloqueo total. Pero hay más.

Como esto ya ha pasado otras veces, el Consejo de Estado hizo un dictamen asumido por los servicios jurídicos del Parlament, que autoriza al presidente de la Cámara, en este caso Roger Torrent, a comunicar oficialmente al Pleno la situación de bloqueo y esta comunicación tendría el "efecto equivalente" a una primera sesión de investidura frustrada y por lo tanto ya pondría en marcha el reloj para que si en dos meses no se elige president, las elecciones queden automáticamente convocadas.

Esto significa que, si no renuncia antes, Pere Aragonès tendrá que gestionar en situación precaria, sin las atribuciones propias de un presidente y con un gobierno dividido y enfrentado que no podrá remodelar, el peor momento de la crisis económica y sanitaria que todo el mundo ve venir para el otoño. No sólo eso. Deberá hacer frente a la crisis política que supondrá la ofensiva puigdemontista contra Torrent y Aragonès, que inevitablemente serán acusados de colaboradores necesarios de la represión para hacer caer a otro presidente legítimo.

Puestos a hacer inventario, hay otro posibilidad. Que Aragonès renuncie previamente y le pase el marrón a Meritxell Budó. O que ERC se vaya del Govern. O incluso, aprovechando lo insólito de la situación y con el pretexto de la pandemia, Pedro Sánchez vuelva a aplicar el artículo 155 y asuma el mando y/o convoque él las elecciones catalanas. Aliados no le faltarían, no. Ay ay ayyy...